Tiene otra ventaja: Se comparte lo que se venía guardando en las entrañas por meses o por años. En estos días hemos asistido al frecuente espectáculo del enojo entre amigos. El estallido se dio – se da- entre Aníbal Saucedo Rodas y Nicanor Duarte Frutos.
Conozco de Aníbal gran parte de su apasionada vida profesional como periodista comprometido con el país. Colaboró con algunas publicaciones que buscaban el fin de la dictadura. Como muchos periodistas, su condición económica no era para nada envidiable a igual que su amigo y compañero de trabajo en el diario “Ultima Hora”, Nicanor Duarte Frutos. Ambos estaban unidos por el talento y los bolsillos vacíos.
Nicanor fue tocado por la varita mágica de la política tan paraguaya cuyo ejercicio convierte en oro todo lo que se toca. Desembarcó como viceministro de Culto en el ministerio de Educación. Aquí se inició la carrera política de Nicanor y Aníbal, unidos en un solo corazón. Para ambos mejoró sustancialmente la economía. Atrás quedó la molestia de correr detrás de la liebre y se hicieron muy amigos. Todo lo que uno hacía el otro lo sabía.
Por algún motivo, Aníbal se pasó al cartismo y no le voy a juzgar por ello. Esta “transferencia” habría enojado a Nicanor, adversario de Cartes, y pasó lo que pasó. Aníbal anuncia un libro para relatar lo que sabe de Nicanor, y parece ser que lo que sabe es bastante sustancioso.
La opinión pública gana con estos enfados porque se entera de asuntos que ni se imaginaba. Gracias el enojo de Zacarías Irún supimos de las actividades de Horacio Cartes, aunque la mayoría de ellas ya se sabía desde hacía años.
Sería bueno, siempre en plan de conocer a nuestros políticos, que se peleasen, por ejemplo, Carlos Filizzola y Fernando Lugo; también José Ortiz, presidente de Tabesa, y Horacio Cartes. Sería la primera vez que se forme cola para comprar libros.
Hablando de cartismo, en pocos días ha tenido estrepitosa derrota parlamentaria en el intento –en uno de los casos- de evitar que las tabacaleras y clubes deportivos sean sujetos de control de la Secretaría de Prevención de Lavado de Dinero o bienes (Seprelad). También este caso llamó mucho la atención por la persistencia de los parlamentarios cartistas y adherentes por evitar que un organismo del Estado ejerza sus funciones. ¿Por qué las tabacaleras y los clubes deportivos tendrían que estar por encima de la ley? ¿Son muchas y graves las cuestiones que deben permanecer ocultas?
La serie de fracasos se inició con la reelección como titular del Senado del oficialista Oscar Salomón; el revés siguió con Pedro Alliana que intentó en vano seguir como titular de Diputados.
Hay que agregar a estos contratiempos la aprobación del Protocolo Internacional de combate al contrabando de cigarrillos, también muy resistido por los parlamentarios cartistas, a igual que el castigo que debe aplicarse a las declaraciones juradas falsas o con omisiones. También la postergación de la entrega del país a los extrabajadores de las empresas que construyeron Itaipú. Como si todo esto fuera poco, vino el tiro de gracia de los EE.UU.
Estas y otras derrotas son, en rigor, un triunfo de la honestidad y la transparencia y una contundente paliza a quienes defienden la corrupción en todas sus variantes, nada menos que desde el Congreso de la República.
En este contexto político y empresarial aparece la furia de Aníbal Saucedo. No me consta, pero es posible que se busque algún arreglo para salvar cuarenta años de amistad muy fructífera. Si no, Aníbal tendrá que cumplir su promesa, su amenaza, de lanzar un libro el cual, seguramente, tendrá la respuesta de Nicanor.
En fin, nos esperan días más movidos aún. Es el efecto del enojo.