No sea para la estadística

La muerte del campesino Édgar Centurión Almirón ocurrida el miércoles 15 de junio durante un poco claro enfrentamiento entre campesinos y policías en la zona de Pirapey, Itapúa, no debe terminar como un dato estadístico más en los ya numerosos capítulos de sangre que viene escribiendo un sector históricamente marginado en el país. Capítulos de una historia de repartija de tierras en forma obscena entre favorecidos de la dictadura en el pasado reciente y que siguió y se perfeccionó durante estos últimos 30 años de democracia de cartón post golpe en la que los más avispados, valiéndose de las malas artes en procesos legales, fueron apropiándose sin prisa, pero sin pausa, de cuanto pedazo de tierra tenían al alcance de sus garras, con la complicidad de sus apadrinados en el exIBR (Instituto de Bienestar Rural).

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Desde el 2008 dejó de ser un secreto la gran repartija de miles de hectáreas que estaban destinadas a la reforma agraria, al desarrollo económico del sector campesino, históricamente pobre y marginado. Se menciona que muchos de los que están detrás de la lucha por la tierra son avivados, que existen políticos detrás de estas ocupaciones que buscan rédito creando conflictos. Todo esto es cierto. Hay también pescadores de río revuelto en la lucha campesina y políticos de todos los colores que alientan ocupaciones.

Pero no deja de ser cierto que este interminable problema tiene su origen en las tierras malhabidas, reclamadas con justa razón por el sector campesino. Y, mientras no se ataque el problema de fondo, no habrá solución posible, y seguiremos lamentando más muertes de campesinos o de policías, como ya ocurrió en Curuguaty, una década atrás.

En abril pasado se creó en el Parlamento una comisión especial que estudiará los mecanismos de recuperación de las tierras malhabidas. Vamos a ver si no termina en una simple expresión de buenos deseos.

jaroa@abc.com.py

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