Alfredo Seiferheld nació en Villarrica el 26 de julio de 1950 y murió en Asunción el 3 de junio de 1988. Pese a su corta vida, dejó trabajos esenciales. Sus entrevistas dominicales para la revista de ABC Color fueron un aporte singular para el conocimiento del pasado reciente del país. Llevaron el título de “Conversaciones Político-militares”, luego publicadas en cuatro volúmenes. Esas “conversaciones” reúnen las ideas, reflexiones, relatos, experiencias, de las más diversas personalidades que de un modo u otro contribuyeron a hacer la historia de nuestro país en un tiempo determinado.
En las “conversaciones” sobresalen dos hechos relevantes: la elección del entrevistado y el acabado conocimiento que tenía Alfredo de su personaje y del entorno social, político, económico, cultural en que su personaje se desenvolvía. Es así que la agudeza de
las preguntas originaba respuestas completas, sin posibilidad de ninguna escapatoria.
Hasta sus últimos días fue corresponsal de The Associated Press. Fue miembro de número de la Academia Paraguaya de la Historia; Académico correspondiente de la Real Academia de la Historia de Madrid, España; perteneció al Instituto Paraguayo de Estudios Geopolíticos e Internacionales; al Instituto Sanmartiniano y otras entidades culturales y académicas. Bachiller en Ciencias y Letras con medalla de oro; licenciado en Historia con igual distinción; doctor en historia; realizó estudios en la Universidad de la Sorbona, París.
Algunas de sus obras: “Las comunicaciones postales y telegráficas en el Paraguay”; “Estigarribia, 20 años de política en el Paraguay”; “Economía y Petróleo en la Guerra del Chaco”; “La caída de Federico Chaves, una visión norteamericana”.
Creó y dirigió la Editorial Histórica que dio a conocer, entre otras publicaciones, “Nazismo y Fascismo en el Paraguay”.
“Alfredo Seiferheld –dice Enrique Bordenave– fue una de esas pocas personas que tienen tiempo para todo. Se levantaba temprano y, según él mismo contaba, la primera de las obligaciones que se había fijado era la de escribir ocho páginas de un nuevo libro. Después de ese singular amanecer y ya en horario laboral normal, seguían sus actividades. A la mañana, si no recuerdo mal, solía atender su oficina propia, y a la tarde venía al diario ABC Color. Pero habiéndolo visto todos los días durante varios años, en muy pocas ocasiones lo encontré escribiendo. Siempre tenía tiempo para leer, para estar informado de cuanto sucedía, para conversar, para la amistad (de la que hacía culto) y para producir todo lo que se proponía o se le pedía. Y sin que lo viera escribir. ¿La explicación? Disciplina, orden, método, pero más que nada, creo, “talento”.
El historiador Hermógenes Rojas Silva escribió acerca de Alfredo: “Une a su vocación de historiador una clara proclividad hacia las causas nobles, puestas de manifiesto en su quehacer periodístico”.
No hay causa más noble, como la que predicaba Alfredo, que arremeter con valentía contra los hechos que denigran el nombre del país sin importar el poder político o económico de quienes encabezan esos ilícitos.