Llegó el fin de una era en Colombia

La segunda vuelta electoral de Colombia el 19 de junio marcará el final de una era: después de muchas décadas de ser una de las democracias más estables de América Latina, el próximo presidente del país casi seguramente será un populista impredecible.

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Los dos candidatos que pasarán a la segunda vuelta son Gustavo Petro, de 62 años, el exguerrillero y exalcalde de Bogotá que ganó la primera vuelta el 29 de mayo con el 40% de los votos, y Rodolfo Hernández, de 77 años, exalcalde de Bucaramanga y a quien muchos describen como “el Donald Trump de Colombia”.

Hernández sorprendió a todos al ganar el segundo lugar en la primera vuelta electoral, superando a todos los demás candidatos de centro-derecha y de derecha que estaban respaldados por los partidos tradicionales. Aunque obtuvo solo el 28% de los votos, ahora cuenta con el apoyo de la mayoría de sus antiguos rivales de centro-derecha y centro, y podría ganar la segunda vuelta capitalizando el voto de temor a una presidencia de izquierda.

Se sabe muy poco sobre Hernández, quien hizo campaña principalmente a través de TikTok, al punto que muchos lo llaman “el viejito de TikTok”. Nunca presentó una plataforma política formal. Se negó a participar en los debates televisivos y no ha tomado posiciones claras sobre la mayoría de los temas claves.

El eje de su campaña ha sido prometer que eliminará la corrupción y reducirá el gasto gubernamental. Ha prometido eliminar el uso del avión presidencial y reducir la cantidad de automóviles para los funcionarios. Pero nunca presentó un plan económico serio para estimular el crecimiento y reducir la pobreza.

Hernández es criticado entre otras cosas por haber dicho en una entrevista radial en 2016 que “yo soy seguidor de un gran pensador alemán que se llama Adolfo Hitler”. Más tarde se disculpó profusamente y dijo que había tenido un “lapsus”, y que en realidad se estaba refiriendo al físico Albert Einstein.

Ingrid Betancourt, excandidata presidencial y otrora rehén de la guerrilla que apoya a Hernández, me dijo en una entrevista esta semana que está mal describir al candidato como el “Trump colombiano”, o como alguien que amenaza las instituciones democráticas.

“Cuando dicen que es como Trump, o que es populista, es en parte porque tiene una forma de hablar desabrochada”, me dijo Betancourt. “Pero en esta elección, el verdadero populista es el que viene de la extrema izquierda, Gustavo Petro”.

Aunque es un magnate de bienes raíces, Hernández tiene más en común con otros populistas latinoamericanos que con Trump. A diferencia del expresidente de Estados Unidos y otros populistas de derecha, Hernández no fue nominado por un partido político importante y apoya el aborto, el uso recreativo de la marihuana y el matrimonio homosexual, y ha prometido restablecer las relaciones diplomáticas con Venezuela.

Hernández tiene más en común con el presidente salvadoreño Nayib Bukele, quien tiene una vena autoritaria y poco respeto por la separación de poderes. Una periodista que ha entrevistado varias veces a Hernández me dijo que él admite que le gusta Bukele.

Gane quien gane las elecciones en Colombia, el país difícilmente será el mismo después. A pesar de sus conflictos armados y asesinatos políticos, Colombia se ha enorgullecido de ser una democracia estable desde finales de la década de 1950 en una región plagada de golpes y revoluciones.

Una victoria de Petro conduciría al primer gobierno de izquierda en la historia reciente de Colombia y podría producir una fuga de capitales e inestabilidad económica. Pero una presidencia de Hernández también puede representar “un salto al vacío”, que podría producir los mismos efectos.

“Hernández es el puro populista que los colombianos nunca pensamos que íbamos a tener”, me dijo la periodista colombiana María Jimena Duzán.

Duzán agregó que “nosotros siempre pensamos que (Abdalá) Bucaram era para Ecuador, (Nayib) Bukele era para El Salvador, y (Nicolás) Maduro era para Venezuela, pero que aquí ese tipo de populismos no podían entrar. Y ahora, con Hernández y Petro, ¡miren dónde estamos!”.

En efecto, quienquiera que gane la segunda vuelta de Colombia, las instituciones democráticas de Colombia serán puestas a prueba desde el propio gobierno. Es el fin de una era.

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