#YoTeCreo: Acoso en el trabajo

En una sociedad hipócrita como la nuestra, hay que ser valientes para denunciar el bullying escolar, el acoso laboral y el acoso sexual. Se requiere de valentía pues generalmente la persona que denuncia es tratada como “culpable” del hecho y a veces hasta es procesada por difamación. Curiosamente, cuando esto último ocurre, la justicia es rápida y eficiente, hecho inversamente proporcional cuando la víctima es quien va en busca de auxilio jurídico.

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El acoso, definido por la RAE como “apremiar de forma insistente con molestias o requerimientos”, se da todos los ámbitos.

Pero detengámonos en el que se da al ámbito laboral, muy discutido en la semana por el caso de la renuncia masiva de mujeres periodistas del SNT y C9N y que tiene las flechas apuntando hacia el periodista Carlos Granada como presunto perpetrador de estos hechos y quien hasta ahora no ha dado su versión.

En el trabajo existen dos tipos principales de acoso que tienen que ver con el abuso de poder: el mobbing (o acoso laboral) y el acoso sexual. Ambos tienen consecuencias devastadoras sobre sus víctimas. En el primero, el acosador (maltratador), entre otras cosas, limita la libertad expresión a su víctima, la ignora y acorrala.

El acosador laboral, dice la literatura psicológica, tiene características particulares como la mentira compulsiva, cobardía, agresividad, mediocridad, incapacidad para las relaciones interpersonales, elevan la voz y golpean objetos a modo de intimidación.

En el caso de los acosadores sexuales, acorralan a sus víctimas forzándolas a mantener relaciones sexuales a cambio conservar el puesto de trabajo o con la promesa de un ascenso. La OIT define el acoso sexual como “una conducta no deseada de naturaleza sexual en el lugar de trabajo, que hace que la persona se sienta ofendida, humillada e intimidada. Es un término relativamente reciente que describe un problema antiguo”.

La OIT puntualiza que el acoso se da mayoritariamente de hombres hacia mujeres. Sin embargo, también ocurre de mujeres hacia hombres y también entre personas del mismo género. Pero cualquiera sea la forma de acoso, el principal obstáculo para vencerlo es la denuncia. Algo difícilmente ocurre por temor de la víctima a ser estigmatizada y por sobre todo juzgada por el entorno y a que no le crean.

Comentarios como “seguro ella luego lo buscó”, “por qué denuncia ahora y no antes… seguro que le gustó” y una larga lista minan esa posibilidad. Las denuncias de acoso en cualquier instancia no deben tomarse a la ligera, deben investigarse hasta llegar al fondo. Por eso movimientos como #YoTeCreo o el #MeToo cobran especial relevancia.

Nadie merece tener este trato indigno en el espacio al que acude con el ánimo de ganarse el pan honestamente. Acoso nunca más.

mescurra@abc.com.py

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