Ni opresores ni narcos alientan si hay dignidad

El 15 de mayo de 1811 unos jóvenes liderados por Yegros y Cavallero nos abrieron el camino a la soberanía. Pese a que se mentaba aún al rey Fernando VII, prisionero de Napoleón en Bayona, las decisiones en Asunción eran ya autónomas. Tras 211 años de “trozada la augusta diadema” española, los paraguayos estamos hoy trozados por el cetro imperial del narco.

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El narcotráfico se aposentó aquí, donde nunca reinaron “unión e igualdad”. Hoy tenemos nuestra geografía hipotecada, nuestro Estado alienado, nuestras instituciones extraviadas, nuestras autoridades entregadas y nuestra sociedad atrapada por la violencia con la que nos envuelve esta mafia cada vez más poderosa.

No sé si el asesinato del fiscal Marcelo Pecci es una culminación o un inicio. O un hito más que se hunde en nuestra moral ciudadana, como aquel asalto mortal a Santiago Leguizamón en 1991. Todo crimen narco tiene un mensaje sombrío. Queda por descubrir adónde apunta el de Barú.

¿Podemos pelear contra este mal abominable? La respuesta pasa ineludiblemente por otra pregunta: ¿quién encabezará la pelea? Una campaña con posibilidades de victoria debe sostenerse en instituciones fuertes y honestas. Y en el Paraguay no las tenemos.

Ni siquiera existe voluntad política en los políticos, especialmente en los militantes de los partidos tradicionales, y menos aún en los colorados, para enfrentar al narco. Es que el narco es la caja del dinero y la fuente del poder.

Los partidos se mueven con dinero porque hoy los políticos, excluyendo a muy pocos, lo son solamente por el dinero. En ese contexto partidario, el narco asienta su imperio en el que los virreyes son los lavadores de efectivo y de activos.

En el Paraguay de hoy el lavado de dinero ya no es una actividad clandestina. Es una empresa política, porque está difundida por políticos o aspirantes a políticos y protegida por políticos que para ello han viciado las instituciones de control que son meros cómplices que ven sin inmutarse cómo ciertos personajes dan y reciben obscenas sumas de dinero negro.

El jueves 12 la fracción colorada subordinada a la avenida España le dio un golpe certero al último atisbo de control al dinero sucio en la política, dinero sucio que paradójicamente proviene del lavado. Logró que se despenalizara el perjurio en la declaración de bienes. Los lavadores ya pueden “olvidar” sus megaingresos con descarado cinismo.

El lavado es parte del narcotráfico. El narcotráfico mata. Ergo: los lavadores son criminales como los narcotraficantes. Quienes lavan o protegen el lavado atropellando la razón con una prepotencia despreciable, tienen las manos manchadas con alguna gota de sangre de Marcelo Pecci.

Hoy, 15 de mayo, es un día propicio para pensar, como próceres renacidos, en trozar el yugo infausto. Debemos prepararnos para librar en el 2023 la madre de todas las batallas cívicas contra los narcos, los lavadores y sus candidatos lacayos. Solo así podremos, altivos, parafrasear nuestro Himno: Ni opresores ni narcos alientan donde reinan decencia y dignidad.

nerifarina@gmail.com

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