La inquietud musical de Rosalía surgió muy pronto, dicen, cuando era una adolescente y se dejó fascinar por Camarón de la Isla.
No es gitana, pero bebió de lo más hondo del flamenco para hacerlo suyo, es decir, a su manera rompedora y sin miedo a hacer de lo bastardo un arte sublime y personal. Así comenzó su educación musical, que no deja de ser una educación sentimental, y a todos sorprendió con El mal querer y las colaboraciones que antes hizo con C. Tangana, otro joven valor tan iconoclasta como ella: hechos el uno para el otro en aquella canción a dúo, Antes de morir, que sedujo a muchos en la propia atracción de una pareja que echaba chispas hasta desintegrarse en el desencuentro del ni contigo ni sin ti.
Como en las mejores historias de amor y desamor, Rosalía y C. Tangana estaban hechos para sacar lo mejor de sí mismos al tomar caminos separados (aunque paralelos) en una carrera de quienes no se pierden de vista en la distancia. De ese modo, mientras C. Tangana, “Pucho” para sus amigos, rompía la baraja con el lanzamiento de El Madrileño, un álbum redondo que también se zambulle en las fusiones, Rosalía despegaba en su nave espacial para romper la barrera del sonido con Motomami.
De nombre de pila Rosalía Vila Tobella, ha salido de su órbita habitual para explorar musicalidades y vivencias que ahora lleva consigo y bate a su antojo en un mix y remix que hacen estallar moldes para todos los gustos, colores y sonoridades. O, si se quiere, para mortificación de quienes ven en su nueva producción, que bate récords y cuenta con buena nota por parte de la crítica más exigente, una suerte de herejía tanto en lo musical como en letras en las que abunda el Spanglish.
Si El Madrileño reconforta en la genialidad de una creación que descansa en una armonía más convencional, Motomami fuerza un giro de tuerca hasta colocarnos en el sitio incómodo de lo experimental. Por eso este estreno de Rosalía no puede ser redondo ya que no aspira a ello, sino a empaparse en la vanguardia más juguetona.
En una entrevista que le hizo la periodista María Casado en TVE, la artista explica con suma humildad el aprendizaje que para ella ha supuesto asimilar a Stravinski, pero también a La Niña de los Peines. Una de sus máximas es “El contexto lo es todo”.
Rosalía se ha embarcado en un recorrido que no excluye la caída libre y por eso se permite temas como Saoko, con ritmos de reguetón y jazz. También hay momentos de intimidad en Como un G o Hentai, que tanto revuelo ha causado para sorpresa de la propia cantante.
Le ha dicho a María Casado que no puede comprender los golpes de pecho de quienes se escandalizan por una canción en la que se expresa muy libremente sobre la sexualidad y los deseos femeninos. Rosalía entona Hentai, que es una referencia al porno japonés Manga, con una sensualidad rumorosa.
A estas alturas, muchos años después de que Serge Gingsbourg y otros hombres en el ámbito musical marcaran pautas eróticas sin límites (mucho dio que hablar su Je t’aime moi non plus junto a Jane Birkin) la audaz artista no se ve en la obligación de pedir permiso o perdón a nadie.
En Motomami lo deja muy claro: “Solo hay riesgo si hay algo que perder”.
Rosalía salta de planeta en planeta como mariposa que no se deja cortar las alas. [©FIRMAS PRESS]
@ginamontaner