Estamos a poco más de un año de las elecciones generales, y ya al interior de los movimientos internos, particularmente del partido de gobierno, comienzan las febriles negociaciones, los pactos, los tratos “apu’a”, las pulseadas, zancadillas, presiones y ofertas, en las que cada grupo de interés busca imponer su candidato.
Los factores de discusión no pasan por considerar las cualidades de honestidad, capacidad, patriotismo, las buenas intenciones y el compromiso ético de tal o cual personaje con valores morales que deben regir la conducta de quienes ejercerán las funciones públicas en representación de la ciudadanía.
Estos son valores superfluos para nuestra fauna política, impulsada por intereses crematísticos del momento, en los que las lealtades alquiladas, las garantías de complicidad en los chanchullos y desaguisados, son las “virtudes” apreciadas, y resultan determinantes a la hora de las definiciones.
Falta aún un buen trecho para las elecciones, pero ya los buitres encaramados en los diferentes cargos públicos, cebados en los recursos del Estado, comienzan a tejer los hilos donde entrampar una vez más la voluntad del pueblo y sus esperanzas de mejores días.
Los mismos tahúres de la política, acostumbrados a jugar con barajas marcadas, ya están afilando las uñas para aparecer, una vez más, como las “opciones” electorales.
Aquellos que en nombre de la lucha contra la pobreza del pueblo dedican tiempo y esfuerzo pero para alejarse ellos mismos y sus entornos inmediatos de tal condición. Muchos no tenían dónde caer muertos, pero mediante la alquimia de la política, hoy son grandes empresarios, financistas, traficantes de influencias, y alguna que otra sustancia.
El pueblo llano, Juan Pueblo, sigue debatiéndose en la miseria y el atraso en todos los órdenes, situación que se evidencia con una verdad incontrastable en el contexto de crisis mundial que estamos viviendo.
Ojalá que la Pascua de Resurrección que celebramos hoy permita un renacer de hombres y mujeres nuevos que necesita el Paraguay. Que ilumine nuestro entendimiento y saber distinguir la paja del trigo, arrojando aquella a la hoguera purificadora que necesita nuestro país para su redención.