Juegos tóxicos en las relaciones de pareja

Los juegos del mal amor son las relaciones que llevan a que una pareja se autodestruya en el intento de resolver problemas o mejorar la relación y se obtiene el resultado contrario. Es decir, la pareja aborta sus capacidades, se descalifica (tanto sus integrantes en manera personal, como hacia el otro), con la consecuente frustración, angustia, hipersensibilidad y con una alerta persecutoria a la posibilidad de ataque del otro. Los integrantes se encuentran inmersos en la intolerancia y las emociones de angustia, bronca y tensión que son moneda corriente en la relación.

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En el desenvolvimiento de estos juegos tóxicos en las relaciones de pareja, se observaron una serie de coreografías disfuncionales (o funcionales a la destrucción de la relación) que se originan tanto en los aspectos de contenido del mensaje como de relación –qué se dice y el cómo se dice- y se sintetizan en cuatro niveles de complicación de la complejidad:

  • Complicación 1: está estructurada en una complejidad doble, donde tanto el que y el cómo (el contenido como el estilo relacional) son el problema. Son parejas que no poseen un pronóstico alentador, dado que se dan pocas opciones para encontrar un umbral de acuerdo. Las irreconciliables diferencias son tales porque el estilo conversacional está soportado en rivalidades, descalificación y competencia, razón por la cual, la convergencia es utopía.
  • Complicación 2: sostenido por una complejidad simple, donde el contenido que se transmite no es problemático, pero sí el estilo relacional. Son esas parejas que después de escucharlos discutir, nos preguntamos ¿porqué están discutiendo si están hablando de lo mismo? Poseen convergencia en sus puntos de vista acerca de diferentes aspectos de la vida, pero un estilo relacional confrontativo lleva a escalar simétricamente de manera frecuente haciendo honor a la alegórica frase que dice No se de que se trata, pero me opongo.
  • Complicación 3: también es de complejidad simple. Aquí el contenido es el problema, no así el estilo relacional. Son de buen pronóstico. Son parejas que si bien poseen formas de pensar la vida de acuerdo a perspectivas diferentes, con respecto a valores, gustos, creencias, ideología, etc., pero tiene una forma de intercambiar información que respeta los puntos de vista del otro, y que intenta reflexionar y aprender de la información que brinda del partenaire.
  • Complejidad 4: es una complejidad simple que no se transforma en complicación, donde el contenido no es problema y estilo relacional tampoco. Estas parejas no asisten a consulta, son funcionales y equilibradas en la resolución de las diversas alternativas de su experiencia.

Juegos nocivos en las relaciones de parejas hay muchos. Algunos, de una burda simpleza, generan un arrollador dominó en dirección al desorden emocional. Un gesto sencillo, conlleva una acción a la que puede atribuírsele significados equivocados (malas interpretaciones). Una acción desarrolla una interacción y de allí en más toda una coreografía que puede exceder el marco de la relación e involucrar a otros miembros. Esta reacción en cadena está sostenida en las soluciones intentadas fracasadas, que de no ser colocada una cuña solucionadora que detenga la reacción, se estructura desde el error hacia la dificultad, que en la medida que no es resuelta se transforma en problema.

En la medida que el problema se sostiene en el sistema, es transformado en síntoma que afecta a todo el sistema y, a su vez, es el sistema que ha construido el síntoma. Entonces no solo es el síntoma, sino también el sistema que danza alrededor del despotismo sintomático (el sistema crea a su sometedor), un sistema disfuncional que con el paso del tiempo se transformará en trastorno psicopatológico.

Ingredientes para pelearse en pareja

En la mayoría de las parejas observadas, podría afirmarse que la base de todas sus discusiones (los juegos del mal amor), se asientan sobre una plantilla relacional que poseen ingredientes similares:

  • La mayoría de las parejas ven el mundo, reaccionan, y suponen bajo procesos lineales.
  • Tienen su base en la disputa en el patrimonio personal de la razón y la verdad. Es decir, el sostén de la objetividad y de una realidad única.
  • Los cónyuges están más preocupados en decirle al otro, que en escucharlo. Cuando la pareja confronta, cada uno de los partenaires está más pendiente de cómo pueden dominar la relación.
  • La pareja es proclive a escaladas. Los parámetros anteriores constituyen los argumentos para la simetría relacional. Es decir, siempre está presente un juego de poderes, del cual uno de los cónyuges saldrá o desea salir victorioso.
  • Siempre existen las inculpaciones, quejas y críticas acerca del otro.
  • Se realizan lecturas lineales que apuntan al otro y que no involucran a ambos en una dinámica interaccional. Los integrantes justifican sus conductas como una reacción de las conductas del otro: Yo hice esto porque tu me llevaste a hacerlo….
  • Se estructuran supuestos lineales (interpretaciones psicoanalíticas salvajes que identifican a los padres de cada cónyuge) dados como realidades per se. Tu eres así porque te identificas con tu padre…
  • Se expresan descalificaciones, desvalorizaciones, falta de reconocimiento y demás rabias, mediante gritos o ironía.
  • Aparecen reproches y pasafacturerismo sobre sedimentos actuales y del pasado de la pareja, y del pasado remoto cuando no eran pareja.
  • Puede aparecer violencia física y verbal.
  • La pareja confunde contenido de relación. Muchas de las respuestas de un cónyuge al otro, es sobre la gestualidad de la alocución. Gestualidad que a veces se contrapone con el mensaje transmitido por el interlocutor.
  • Se intenta aclarar la discusión con las mismas reglas de comunicación que la originaron, con lo cual se termina discutiendo sobre la discusión.
  • Querer escuchar en el otro, la respuesta que confirma lo que el interlocutor piensa, atribuye o supone del otro. Si no es así la persona se enoja.
  • Casi siempre se menciona o invoca a figuras parentales.

Ingredientes para estar mejor en pareja

Sostener una relación de pareja durante años, sin duda, implica un trabajo cotidiano. Trabajo que significa redefiniciones parciales, para dejar estables algunos perfiles de la relación. El pasaje de años hace variar los estilos de relación amorosa, las formas de expresión afectiva, las necesidades, expectativas de respuesta, actividades, gustos y preferencias, entre otras cosas. No se trata de que la persona con quien se formó pareja sea otra persona.

Los ciclos evolutivos demarcan cambios en una serie de aspectos que, necesariamente, deberán compatibilizarse con el partenaire. Ciclos evolutivos de la pareja y de los miembros en particular, más allá de las diferencias de edad de ambos que pueden acentuar distinciones y diferencias entre los integrantes. Los mismos hijos que transforman y amplían a la pareja conyugal en pareja parental, hacen que se rectifiquen estructuras relacionales y se fomenten triangulaciones nocivas.

Estos cambios desestructuran complementariedades y reciprocidades. Esta es una de las causas, porque la pareja deberá someterse a reformulaciones en pos de encontrar los acoples complementarios que los unen. La creatividad y la constancia, deben estar al servicio de tal reingeniería relacional, pero principalmente las ganas de estar con el otro mediante el sentimiento amoroso. Claro que no se trata del mismo amor. El amor varía de acuerdo a las experiencias que vive la pareja, experiencias que modifican al amor de los primeros tiempos de la relación. Muertes, nacimientos, mudanzas, enfermedades y un sinnúmero de situaciones críticas, varían la calidad del amor. Esto no implica que el amor se modifique en términos cuantitativos. No se ama más o menos, sencillamente se ama de maneras diferentes.

Equivocadamente, estos cambios cualitativos del amor se viven como modificaciones de intensidad amorosa. Se interpreta que se ama menos o que se ha dejado de amar, tomando como baremo ese amor apasionado de los primeros tiempos de la relación.

La psicoterapia parece ser una de las opciones que posibiliten estabilizar el sistema pareja en dirección al buen amor. Es una decisión sabia, cuando el sistema se ve rigidizado por soluciones intentadas fracasadas y anquilosado en una forma destructiva, apelar al recurso de un tercero (un terapeuta) que tenga experiencia en las lides de controversias maritales. Ya es un atisbo de salud, el hecho de pensar en una ayuda externa especialista en relaciones de pareja. Además, en nuestra socio-cultura cada día más se ha insertado como una herramienta que puede ayudar a mejorar y hasta salvar una relación de pareja despareja.

La inercia del sistema -luego de años de conductas sintomáticas, de recursos inútiles- produce resistencias al cambio. Cuando el sistema ya ha agotado el recurso de las conversaciones, explicaciones, racionalizaciones e intelectualizaciones, inculpaciones y reproches, consumo de psicofármacos, diversos consejos, el hecho de apelar al recurso de la psicoterapia es (sirva o no) revelador de un buen síntoma de cambio (más bien, cambio de los intentos de solución fracasados), en pos de una mejora de la calidad de vida.

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