Es inaceptable que se tenga que recurrir a los amparos para que el Estado pueda comprar medicamentos, que el Instituto Nacional del Cáncer (Incan) no tiene en su listado básico de fármacos. Siendo que la salud está garantizada en la Constitución.
A esto se suman los malos tratos que reciben los enfermos. La falta de empatía por parte de los funcionarios que no hacen otra cosa más que terminar de matar esa esperanza de vivir. Otra vez el enfermo es el que debe adular y renunciar a denunciar los malos tratos por temor a que se les niegue la atención.
Los políticos mientras tanto viven en sus lujosas mansiones, recibiendo altísimos pagos por los cargos que ocupan para servir al pueblo. Me da la sensación de que no estamos en tiempos de la democracia, sino en la época de las monarquías.
En aquellos tiempos los reyes construían lujosas mansiones, derrochaban a diestra y siniestra el dinero que recaudan del trabajo del pueblo a través de los sobrecargados impuestos. Hasta que la prole un día se hartó y empezó a rebelarse.
Ahora proceden de otra manera. Nos tocan el bolsillo, y no pierden el tiempo para hacer préstamos millonarios con cargados intereses, que al final salen de nuestra billetera. Claro que no sentimos directamente al inicio.
¿Saben dónde se sienten las consecuencias? Cuando un enfermo debe primero morir para que se pueda comprar el medicamento que pidió vía amparo. Cuando los niños en las escuelas deben dar clases bajo los árboles o cuando del hartazgo se recurre a cerrar calles para que bajen los costos de los servicios básicos.
Este país es una vergüenza. Nuestro pueblo se resiste ante tanta manipulación y manoseo de las autoridades. Pero el paraguayo está en rebelión. No confíen disponer de mucho tiempo para cargar sus bolsillos, porque un buen día verán a un pueblo levantarse. Y allí ya será tarde.