Algunos grupos ya oficializaron a sus candidatos, mientras que otros aún están en discusión. Las especulaciones de quienes serían los postulantes para los cargos a diputado, gobernador y concejal departamental tienen como protagonistas, en su mayoría, a conocidos personajes de no muy buena reputación, quienes ya pasaron por algún cargo electivo fracasando y decepcionando a la gente.
En los comicios anteriores, el décimo departamento, lanzó un tremendo mensaje de hartazgo y voto castigo, logrando la renovación en muchas intendencias y juntas municipales al excluir a políticos inescrupulosos que buscaban perpetuarse en el poder por otros cinco años más.
Muchos de estos rostros hoy vuelven a aparecer en las reuniones políticas como figuras potables y queriendo un espacio en las listas. No está mal que se candidaten, lo que no está bien es que se les vote a pesar de sus negros antecedentes.
Alto Paraná apostó al cambio gracias a una sociedad consciente que aprendió de sus errores en las urnas en años anteriores, situación que llevó a varios municipios a sumirse en la decadencia, la corrupción y el olvido. Ciudad del Este es el ejemplo más conocido a nivel nacional, pero también podemos mencionar a Ñacunday, Juan León Mallorquín, Iruña y Minga Guazú que presentaron importantes cambios en sus gobiernos eligiendo a gente nueva.
Las próximas elecciones se constituyen en una excelente oportunidad para que la ciudadanía se ratifique en su voto responsable y dé un mazazo final a los candidatos que solo buscan llegar al poder para beneficio particular y de su grupo de interés, dejando de lado cualquier intención de buscar soluciones a los problemas de la comunidad.
Se espera que continúe el proceso de transformación dando oportunidad a figuras emergentes, que plantean proyectos interesantes y realizables, lejos de la parafernalia y el autobombo. La credibilidad debe ser la principal exigencia de los votantes, ya que las escorias que conocemos están lejos de llegar a eso.