El sicariato que dejó dos fallecidos y cinco heridos a balazos, ocurrido el domingo pasado, hacen siete días, en medio del concierto Ja´umina, en San Bernardino, es fiel reflejo del Paraguay en que vivimos.
Por un lado, el ataque de un asesino a la vista de las 20.000 personas que colmaban el anfiteatro José Asunción Flores, confirma una vez más cuan seguros se mueven los narcos, que hace tiempo son parte del Estado paraguayo. Mientras, los que no tenemos nada que ver nos sentimos cada vez más inseguros.
Pero además de exponer el nivel de corrupción, de negligencia y de inoperancia del sistema de seguridad nacional, Ja´umina es ejemplo de nuestro inútil sistema de salud. Indefectiblemente, si no nos mata una bala, puede acabar con nuestras vidas el socorro “a medias” que recibamos.
A Cristina “Vita” Aranda, influencer, empresaria, esposa de un jugador de fútbol de primera y mamá de tres hijos, esta historia de terror le costó la vida. Ella recibió un balazo en la cabeza, parte de la ráfaga descargada con una 9 milímetros por un sicario cuyo objetivo cayó muerto en el lugar. El marido y el hermano de Vita, Tito Torres y José Aranda, cuentan que la subieron a una ambulancia de “soporte avanzado” para llevarla al Hospital Nacional de Itaugua. En el camino, el chofer se perdió, Tito dice que tuvo que calmarlo, y Vita no recibió atención médica porque no habían equipos de UTI en el vehículo, que debió tenerlos. Ella falleció media hora después de llegar al hospital.
Los otros heridos fueron por sus propios medios o en patrullera hasta el Centro de Salud de San Bernardino. Pese a que había una actividad para 20.000 personas en la ciudad, Salud Pública no preparó auxilio. Los heridos debieron ser derivados a otros puestos médicos.
Ante los testimonios, cabe preguntarse: ¿dónde estaban la Policía y el Ministerio de Salud cuando se organizó el Ja´umína? ¿Cómo es que en un evento tan grande no había ninguna ambulancia pública? Y ¿cómo es que solo había guardias privados y no había policías? Y ¿cómo es que ingresaron por lo menos un arma de fuego al lugar? Y ¿cómo es que la gente cuenta que pagaba G. 20.000 para no presentar su tarjeta de vacunación contra el covid a la entrada?
Es que las cosas siguen haciéndose “péichante”. Irresponsabilidad de la productora del concierto. Pero mayor es la irresponsabilidad del Estado, porque la negligencia de la Policía y el Ministerio de Salud acabaron costando vidas y ahora la palabra Ja´umina, sinónimo de fiesta, de alegría, se convirtió en sinónimo de una historia de terror, que ojalá no vuelva a repetirse jamás.