El problema es que el IPS tiene una capacidad muy limitada para satisfacer a sus asegurados. Si no puede con los propios menos podría con extraños, salvo que éstos paguen de sus bolsillos.
El ministerio y el IPS en ningún momento ni siquiera insinuaron que podrían cobrar al paciente el millonario costo de la cirugía, unos ochocientos millones de guaraníes “que podrían ser más”. Al contrario, dan como un derecho del interesado. IPS fue categórico al decir que Abreu “tiene derecho a ser atendido como cualquier ciudadano”. No es así. Carece de derecho porque no paga su seguro social, ni es cualquier ciudadano en momentos en que tiene amparo político y puede conseguir recursos propios o ayuda de sus feligreses, ventaja que muy pocos paraguayos lo tienen.
Salud Pública e IPS respondieron las protestas ciudadanas escudados en un convenio entre ambas entidades. Pero este convenio fue pensado para “pacientes de escasos recursos”. IPS aclaró que “actualmente con este convenio se da cobertura a pacientes por montos que van de 20 millones de guaraníes hasta 800 millones”. Estas sumas se cubren “con dinero de Salud Pública”. Pero ese dinero de Salud Pública es el dinero de los contribuyentes. ¿Cuántos de éstos acceden a dichos beneficios? ¿Y qué hay, entre otros, de los pacientes oncológicos que claman a diario por medicamentos? ¿Qué de los que pierden horas para conseguir un poco de medicamento? ¿Qué de los que están desde la madrugada para conseguir turno con algún médico o los que esperan meses para una cirugía?
Esta “aclaración”, una vez más, expresa que la cirugía de Abreu será pagada con dinero de los contribuyentes. No estaría mal si los beneficios llegasen también a los ciudadanos de a pie. El caso es que en un problema tan delicado como la salud no haya discriminación partiendo de la base elemental de que la importancia de la vida nos iguala a todos. Es tan importante que el mismo Abreu, un predicador incansable de la palabra de Dios que nos ofrece la eternidad, se aferra a la vida terrenal que es pasajera.
El pedido del ministerio para favorecer al pastor, hizo que alguien reviviera el relato de Abreu a sus fieles, que pronto volvió a hacerse viral. Les contó, con elocuencia bíblica, que se había desprendido de su cuerpo y fue al cielo donde Dios le esperaba para mostrarle los objetos, todos de oro, que adornaban el despacho del Señor. Luego de una recorrida, Dios tomó una trompeta, igualmente de oro, para decirle que pronto sonará para anunciar el fin de la existencia en la tierra.
Desde siempre se sabe que el oro está asociado no solo a la riqueza sino a la codicia, la corrupción, el robo, la pelea entre familiares, vecinos, pueblos. ¿Qué hace el Dios de Abreu rodeado de tanto oro?
Si tuviésemos una Defensoría del Pueblo que no fuese meramente decorativa, ya habría intervenido en Previsión Social y el Ministerio de Salud para obtener la lista de los beneficiados sin ser asegurados y, sobre todo, la lista de quienes han sido rechazados y por qué.
De seguir el Ministerio de Salud y el IPS tan caritativos, pronto sonará la trompeta final para los pacientes pobres, asegurados o no.
En fin, mis sinceros deseos de que el pastor Abreu recupere la salud.