Algunos mitigan los más de 40 grados de sensación térmica en ese momento mediante los acondicionadores de aire de vehículos que tienen suficiente combustible para aguantar que la fila avance más lentamente que a paso de hombre.
Para otros solo queda bajar las ventanillas y observar cómo el sudor se escurre en medio de la impaciencia y la impotencia de ver a varios prepotentes que se creen vivos irrumpiendo en la banquina y en la bicisenda para adelantarse indebidamente a quienes respetan su lugar.
En ese momento el conductor de una camioneta ensaya una arriesgada maniobra con la que bloquea la banquina y parte de la bicisenda para impedir que avancen los idiotas.
Con gestos recrimina a quienes quieren hacerlo, algunos se ríen, otros no lo miran apelando a la folclórica ley del ñembotavy y alguno más responde con agresividad apelando a la otra ley, la del mbarete.
El momento hace temer algún desenlace peor, estimulado por el infernal calor de enero y el nerviosismo acumulado.
Afortunadamente eso no ocurre, e incluso el conductor de otra camioneta que venía adelante ensaya la misma maniobra en solidaridad con el primero, para bloquear el adelantamiento indebido de los prepotentes.
La fila sigue avanzando lentamente, lo que permite observar cómo a los costados de la ruta se van acumulando cada vez más bolsas plásticas y otros desperdicios arrojados por el homo sapiens, el rey del universo.
Tras casi una hora queda expuesto el motivo del trancón, un camión cigüeña cuya carreta cargando 7 coches y una camioneta quedó atascada en el asfalto al intentar tomar la ruta principal desde el desvío a Nueva Colombia, bloqueando así ambos carriles de circulación.
Tras las masivas quejas y denuncias de los automovilistas aparecieron los inspectores de la Caminera para agilizar en algo el tránsito y, con un remolque primero, y dos tractores luego, lograron finalmente despejar el paso tras casi tres horas.
La institución anunció luego sanciones para un conductor a quien ningún inspector detuvo ni vio durante todo el trayecto realizado a bordo de ese pesado vehículo, circulando por una ruta que está prohibida para camiones de más de 15 toneladas.
Algo que, es fácil de constatar, se repite en todas las rutas del país, con camiones de diferentes tonelajes, cometiendo infracciones varias y circulando incluso por vías prohibidas, quienes mediante algunos billetes bajo el registro y habilitación consiguen el salvoconducto que recuerda que en el país las leyes son relativas y todo depende de la cara, contactos y/o billetera del cliente.
Un poco más adelante en el camino, humedales que fueron rellenados por una empresa privada para construir un muelle flotante nos recuerdan que somos una especie del reino animal muy particular, empeñada en destruir el lugar en el que vivimos, contado para ello con el apoyo de instituciones tan inservibles, como la que ostenta el pomposo nombre de Ministerio del Ambiente y Desarrollo Sostenible.
Todo se junta en esta postal de verano autóctona, que nos recuerda que la clave para cambiar algo quizás está en comportarnos como ese par de corajudos conductores que intentaron hacer algo de justicia en un caluroso sábado de enero.