Lo provisorio en Asunción

Pareciera que en Asunción lo que menos importa es la noción del tiempo, lo cual lleva a serias confusiones entre lo temporal y lo permanente, lo efímero y lo eterno. Es así que las medidas provisorias se tornan problemas que sobrepasan generaciones de ciudadanos.

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Y no hablamos precisamente de obras de las que podrían decirse “inconclusas” como la Iglesia de la Encarnación –aunque sobre esto hay dudas– o las casonas que quedaron con los engarjes al descubierto para futuras ampliaciones que nunca se concretaron. Al fin de cuentas es patrimonio de la ciudad y no pierden su valor estético por esas adarajas enmohecidas, sino todo lo contrario.

Nos referimos a las decisiones populistas o permisividades que se toman las autoridades de turno y luego se “olvidan” porque les es prebendariamente muy beneficioso. Poco o nada les importa el futuro de la ciudad ni la calidad de vida de los habitantes.

En Asunción impera la mala costumbre de recurrir a lo provisorio. Provisorio que se vuelve eterno o se pasa de la raya en el tiempo. ¿Cuánto puede durar lo pasajero? En el caso del “Mercado Provisorio” que suplantó al Mercado Guasu en 1910, y se había instalado en uno de los cuadrantes de la Plaza de los Héroes, debieron pasar 30 años para su demolición y traslado definitivo a mercados zonales.

Significa que lo momentáneo en esta capital puede durar varias décadas, es una pesadilla para los planes urbanísticos y un martirio para la población.

En nombre de lo provisorio el patrimonio es demolido para convertirse en estacionamientos que gozan de buena salud y economía. En nombre de lo temporal se cercenan espacios públicos, paseos y plazas, que nunca más se recuperan. Aludiendo a la contingencia del dengue las fuentes de agua se convirtieron en planterones de malezas y ya no recuperaron su chorro fresco.

La provisionalidad ha hecho que se ocupara de punta a punta la Vía Férrea. En tanto, aguarda el proyecto de tren de cercanías que ya lleva sus años de espera, pero deberá lidiar con las indemnizaciones para despejar aquellas ocupaciones que fueron circunstanciales.

Las “provisoriedades” más recientes, por ejemplo, son las casillas ubicadas sobre la calle Pettirossi, en el congestionado Mercado 4, mientras se demolía el viejo edificio y se construía el nuevo bloque. El proyecto comenzó en febrero de 2014 y debía concluir en dos años y medio, pero siguen allí. No sabemos hasta cuándo, porque el comedor ya fue inaugurado, pero nadie despejó la vereda ni la calzada.

En 1971 una gran inundación obligó a los pobladores de la Chacarita a que se instalaran en los bajos del Cabildo y en el Parque Caballero. Así se ocupó la antigua Costanera de las primeras décadas del siglo XX hasta que las aguas volvieran a su curso. Hubo reparto de chapas, víveres, conexiones eléctricas con suministro gratuito. La distribución hacía la misma Municipalidad a través de la Seccional Colorada.

Al año siguiente, en 1972, vino el fenómeno contrario, una bajante extraordinaria del río. Las aguas se replegaron bien lejos liberando un extenso territorio que apareció quizás con nuevos moradores.

Pasaron más de cincuenta años y los damnificados del 71 nunca regresaron al sitio de donde habían salido con la crecida. Los asuncenos perdieron su hermoso paseo del contorno de la Bahía y parte del parque, sitios que quedaron en nostálgicas postales.

El incendio de la Navidad del 2020 hizo que gran parte de esa misma gente se ubicara en la Plaza de la Constitución y paseo del centenario de la Independencia en forma temporal. Esperemos que no pase medio siglo para que se despeje ese espacio verde que pertenece a todos los asuncenos y hoy está convertido en un albañal.

pgomez@abc.com.py

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