De hecho que la inversión en salud se incrementó, se comenzó a subsidiar a trabajadores informales imposibilitados de trabajar, la seguridad social ofreció compensaciones por la suspensión de contratos laborales y otras medidas.
Sin embargo, ya con una relativa vuelta a normalidad, la intervención del Estado como regulador de la vida cotidiana volvió a adquirir resistencia, por diversos motivos, pero de forma puntual porque dogmáticamente algunos actores de la sociedad (personalidades, partidos políticos, sector privado, etc) se oponen a que la salud pública adquiera una dimensión que no acostumbramos. Lo habitual es que el sistema de salud estatal garantice la provisión de medicamentos o la atención en los hospitales, pero no que desde la política pública se implementen medidas como el “pase sanitario”.
El “pase sanitario” pretende ser una herramienta para incentivar la vacunación contra el covid-19, que objetivamente reduce las internaciones y por ende permite que los recursos de la salud pública puedan canalizarse mejor. Igualmente, hay algunas voces que califican al pase sanitario como discriminatorio y como un atentado a la libertad individual. Pero, en realidad dicho discurso es solo una respuesta desesperada ante una nueva evidencia de que solamente el Estado puede brindar soluciones a las mayorías.
Ya el hecho de que las vacunas anticovid sean de distribución gratuita representa una derrota para la distorsionada corriente “libertaria”, que en algún momento de la crisis sanitaria tuvo como propuesta la comercialización de las vacunas por parte del sector privado. Que el Estado regule las actividades sociales ya sería un golpe muy duro para los predicadores del más extremo individualismo.
No sabemos si es que esas predicciones sobre el fortalecimiento del Estado se cumplieron: no hubo grandes reformas que hayan mejorado los ingresos, la distribución ni el manejo de recursos, ni políticas sostenibles de contención social.
Asimismo, desde la sociedad civil también hay manifestaciones regresivas, como aquellas que pretenden sacarles el derecho a la atención médica a los no vacunados, solo por nombrar una propuesta. Ideas que van completamente a la inversa de ese pensamiento entusiasta de que la pandemia nos humanizaría más y de que el Estado se convertiría en el gran benefactor de la sociedad.
Definitivamente nuestro Estado posee perversiones con las que debemos combatir, sin embargo, la pandemia parece ser un escenario completamente adverso para impulsar una cruzada contra lo público. Este es el momento en el que toda la maquinaria debe funcionar para que en un futuro cercano ya pasemos la página, dejemos al covid-19 atrás y volvamos a retomar otras discusiones importantes.