Otro problema es la desconfianza que despiertan algunos de sus actores por la actitud colaboracionista con el gobierno o con el sector liderado por el expresidente Horacio Cartes.
Y otro problema, finalmente, es también el desgaste de algunos de sus dirigentes más conocidos, que vuelven a aparecer en escena.
El Partido Liberal Radical Auténtico (PLRA), principal y tradicional partido de oposición, arrastra una crisis endémica desde hace más de una década, con una pelea interna que no tiene fin ni parece tener solución.
En ese escenario, su actual presidente, Efraín Alegre, se presentará por tercer periodo consecutivo como candidato. En 2018, no estuvo muy lejos de ganar, pero la situación interna de su partido con sus aliados ha variado y puede que no tenga la misma fuerza electoral que hace cinco años.
En el PLRA, algunos dirigentes lo abandonaron, como el gobernador de Cordillera, Hugo Fleitas, para lanzar su propia candidatura, aliándose con los enemigos históricos de Alegre. El problema es que esos aliados, como el senador Blas Llano o el exsenador Dionisio Amarilla, no gozan precisamente de buena imagen y no tienen lo que uno llamaría carisma electoral, aunque sí algo que en los partidos tradicionales es importante en las elecciones: estructura y recursos.
Los partidos de oposición armaron una “mesa de presidentes” donde pretenden llegar a un candidato único a través de una concertación, eligiendo una chapa con el método de la “interna abierta”.
Aunque parece un método democrático y justo, el candidato liberal, sea Alegre, Fleitas u otro, correrá con ventaja por la cuestión de la estructura y su experiencia en estas lides.
El Frente Guasu, Paraguay Pyahurã y otros sectores de izquierda lanzaron el “Ñemongueta Guasu”, con la idea de acumular fuerzas. Pero, por ahora, los otros candidatos de la oposición lanzados más o menos informalmente, o de los que al menos se habla, como Sebastián Villarejo (PQ), Kattya González (PEN), Sixto Pereira (Frente Guasu), Martín Burt (PLRA), Esperanza Martínez (Frente Guasu) o Carlos Rejala (Hagamos), parecen depender de un golpe de azar, de una chispa que provoque una explosión que los deje en el centro del escenario opositor.
Así las cosas, un liberal o un candidato inesperado, igual tendría buenas posibilidades ante el candidato colorado que surja ya que este, cualquiera sea, partirá con un talón de Aquiles muy visible.
El vicepresidente de la República, Hugo Velázquez, es, posiblemente, el candidato más conservador y tradicional que pudo surgir de la ANR. Promete orden, seguridad, continuidad ad eternum del sistema colorado y alerta contra la supuesta inestabilidad que traería cualquier posible cambio. Además, no lo ayudan sus antecedentes de fiscal, de excartista y su papel en la denominada “acta entreguista” de Itaipú.
El candidato cartista, el exministro Santiago Peña, es algo parecido a un lindo paquete con moño, que uno no sabe bien qué contendrá pero desconfía justificadamente de quien ofrece el “regalito”. Su falta de independencia y liderazgo están a la vista. Ambos tienen flancos. La duda es si algún candidato de la oposición podrá aprovechar esa circunstancia.