Plaza Uruguaya: de selva aromada al abandono total

“Plaza Uruguaya, selva aromada / ¡Oh! pajarera de mi canción!”, dicen los versos de “Paraguaýpe”, de Manuel Ortiz Guerrero a los que puso música el maestro José Asunción Flores.

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Hoy, la legendaria Plaza Uruguaya, bajo la administración de este Ejecutivo municipal y la Junta de concejales perfilada por la politiquería, muestra su rostro más sombrío.

La calidad de una ciudad se mide por la calidad de sus espacios públicos. Asunción se quedó sin esos espacios que no mucho tiempo atrás se constituían en lugares de reunión espontánea y de solaz de la población.

Entre tales espacios públicos del centro asunceno que se han arruinado se halla la Plaza Uruguaya. Sucia, fétida, oscura, clausurada a la alegría, no podría inspirar en este tiempo ninguna canción como la de Flores y Manú.

Ese anterior bello ambiente, enrejado por “seguridad”, tiene 7 de sus 8 portones cerrados y expone la ineptitud de sus responsables. Lo que menos hay es seguridad: cabe recordar los robos a esas emblemáticas librerías instaladas en su predio que le han dado su condición de plaza de temática cultural. Se supone que hay un presupuesto para dos guardias, uno nocturno y otro diurno, pero es difícil ubicar a tales guardias. Quienes conocen la situación dicen que dicho presupuesto corresponde a cupos políticos, y los cupos políticos no se esmeran precisamente en cuidar su trabajo. Es absurdo que permanezcan cerrados siete portones, pues eso es solo obstáculo para la ciudadanía que quiere cruzar la plaza o caminar por ella. Cualquier otro contingente que desea ocuparla lo hace saltando las verjas ante el nulo control municipal.

Sobre la calle Eligio Ayala hay un parque infantil que hasta hace poco se llenaba de niños que se solazaban con los juegos. Hoy casi no van, pues deben dar un largo rodeo hasta 25 de Mayo y Paraguarí para entrar y salir.

A la noche ya no se prenden las luces en la Plaza Uruguaya, salvo las que mantienen dos de las librerías instaladas ahí. Se menciona que la Municipalidad de Asunción tiene una millonaria deuda con la ANDE, y esta sería la consecuencia: sombras tenebrosas en la plaza.

Desde hace unos dos meses están asentadas en la plaza varias familias indígenas totalmente abandonadas a su suerte. Ninguna entidad indigenista les presta atención. Dichas familias viven de una manera humillante para su condición humana. Y degradan la plaza. ¿Pero qué les queda? Han sido expulsadas de todas sus tierras y les han ido a tirar en asentamientos en los que no tienen forma de sobrevivir sin su hábitat natural que es el bosque.

Las plazas del Congreso ya no existen como tales, la Costanera Norte es en esencia propiedad de delincuentes, otros parques están destrozados. ¿Y la administración municipal? Tal vez esté tratando de entender cuál es su misión, fuera de dilapidar los fondos ciudadanos. Pero, señores munícipes ¿podrían hacernos el favor de devolver a Asunción su selva aromada cantada por aquel admirable guaireño?

nerifarina@gmail.com

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