Ha sido el mismo Jesús quien, en la Última Cena, despidiéndose de sus apóstoles, les dijo: “En esto conocerán todos que ustedes son mis discípulos, en que se amen unos a otros” (Jn 13, 35).
Parece que Jesús comprendió, que los humanos siempre han tenido y seguimos teniendo muchos modos de entender el amor y diciéndonos solamente que nos amemos, no da la clave para identificarnos como cristianos. Tal vez por eso, entre otras razones, en la misma Cena, poco después les dijo: “Este es mi mandamiento, que se amen unos a otros como yo los he amado” (Jn 15,12).
¿Cómo nos ha amado Jesús?
Repasando y meditando los cuatro evangelios encuentro que Jesús asumió durante su vida distintos modos de relacionarse con nosotros para darnos todo su amor, revelarnos el amor de Dios Padre y enseñarnos a amar.
Se hizo niño para amar y ser amado como los niños; vivió como Hijo fiel que tuvo que decirle a María su madre “¿no sabíais que debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”, con tanto amor filial que pudo decir “mi alimento es hacer la voluntad de mi Padre”; se hizo Maestro para que como discípulos amados aprendamos con él y en él, el Camino, la Verdad y la Vida en el amor; siendo Rey y Señor se hace nuestro siervo y viene a servirnos y no a ser servido; engendrando en nosotros su Espíritu se define como Padre/madre de todos los hijos pródigos y quiere acogernos como la gallina acoge bajo sus alas a los polluelos; se nos hace amigo, confidente e incondicional, que da la vida por los amigos; resucitado se identifica como Hermano nuestro antes de volver a su Padre y nuestro Padre; y para quienes aspiran a tener con él una relación mística en profunda intimidad, Jesús se declara como el Esposo del Cantar de los Cantares.
Jesús encarna los modos humanos más fecundos y expresivos del amor, para amarnos “hasta el extremo” y dar la vida en la cruz y en la Eucaristía por nosotros.
Pero tan contundente y revelador como reconocer los “modos” de amar de Jesús, es descubrir las “características” de su amor.
Es imposible describir en el corto espacio de este artículo, todas las características del inabarcable amor de Jesús. La tradición y la cristología popular destacan, por ejemplo la inagotable sensibilidad compasiva y la misericordia, que se manifestaban constantemente en su solidaridad preferencial con los pobres, los enfermos y los que sufren.
Al evangelista Lucas le impresionó evidentemente la comprensión y acogida que Jesús tiene con los pecadores. Destaca la firmeza y fortaleza de Jesús que se define como médico que viene a los enfermos no a los sanos, a los pecadores y no a los justos.
El corazón de Jesús es incluyente, abierto para todos, a los Nicodemos, las Magdalenas y al buen ladrón en el Calvario. Derrocha mansedumbre y humildad y ternura con los niños, al mismo tiempo que la valentía de su amor y fidelidad revientan con furia contra los mercaderes que prostituyen la casa de su Padre.
Es amor totalizante, se entrega con todo el ser en la Eucaristía, amor de compenetración: “al que me ama, el Padre y yo vendremos a él y haremos morada en él”, amor de identificación: “lo qie le hagan a uno de estos, a mí me lo hacen”, amor de protección: “no os dejaré huérfanos”, amor fiel: “Yo estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”, amor apasionado “he venido a traer fuego a la tierra, y cómo quiero que arda”…
El amor de Jesús trasciende la unión, la compenetración y la identificación en busca de la unidad, pidiéndole al Padre: “… que todos sean uno, como Tú y Yo somos uno, que sean uno en nosotros”.
Amar como Jesús es desafío y autenticidad.