Y esto es así porque en un punto muy lejano en nuestro recuerdo pero muy cercano en el tiempo (año 2019) justo antes que la pandemia absorbiera durante 19 meses en manera intensa nuestra libertad, salud, tiempo, preocupación, angustias y también dinero se convirtiese en el epicentro de la discusión mundial. Y así lo seguirá siendo.
Pero ahora que ya podemos algunos quitarnos los barbijos, retomamos la agenda y volvimos a aquello que la — no muy eficiente — OMS llamó la “mayor amenaza para la salud mundial en el siglo XXI”: el calentamiento global.
Antes de que dejen de leer en este punto el artículo, solo quiero decirles que este humilde servidor se apoya en las ideas expresadas por el economista danés Bjorn Lomborg quien escribió un libro con el título de este artículo “Falsa alarma”.
Lomborg, prestigioso académico de la Escuela de Negocios de Copenhague y ex asesor de la ONU para el estudio de los Objetivos de Desarrollo Sostenible es de los pocos intelectuales que ha tenido el coraje y la honestidad intelectual de señalar cuán grande es el error que estamos cometiendo para afrontar el fenómeno del calentamiento global.
Para Tiros y Troyanos va este comentario: no niega que el hombre sea la causa del calentamiento global pero tampoco se alinea a los discursos catastróficos que auguran la extinción de la raza humana como lo representa “Finch” la última película del aclamado Tom Hank.
Básicamente, la idea de Lomborg es que al tomar medidas caras, ineficientes e insostenibles, el cambio climático ha sido una buena propuesta política para todos los candidatos del mundo a quienes no se les cae otra idea de como gestionar mejores servicios públicos en toda la amplia gama de necesidades humanas (la mejora de la educación, la atención de la salud, el empleo, y la desnutrición, entre otros), como así también ha sido una excelente excusa para juntar fondos para pagar salarios a activistas sociales que con jugosos emolumentos pasean por el mundo anunciando dicen que el Apocalipsis será el próximo libro que todos vamos a leer.
“El propio Panel Climático de la ONU señala que, si tratamos de medir todo el impacto negativo del cambio climático, equivaldría a una reducción del ingreso medio de una persona en la década de 2070 entre un 0,2 y un 2 por ciento, solamente. Y esto, partiendo de la base de que la ONU espera que una persona promedio tenga, en la década de 2070, un ingreso un 363 por ciento más alto que hoy. Así que, incluso el peor resultado del calentamiento global significará que seremos “sólo” un 356% más ricos que hoy. Eso es un problema, pero no el fin del mundo” señala Lomborg en una columna del año pasado.
Básicamente, lo que dice este buen señor es tan claro que casi nadie lo quiere escuchar: si tenemos una epidemia de muertes en el tráfico, no prohibimos los coches ni los obligamos a circular a 5km/h, ya que esto traería otro tipo de efectos tan o más negativos que los primeros. Lo mismo ocurre con la “descarbonización”. Las políticas propuestas nos costarían “1.3 trillions” (en inglés o sea que sería mucho más que millones de millones) dólares por año conforme a lo que otro aclamado economista Steven Levitt nos deja saber en su serie de libros Freakonomics.
Lomborg propone invertir todo el dinero posible en investigación y desarrollo para lograr que los combustibles renovables sean más rentables que el petróleo. Y mientras eso no pase, será difícil cambiar esta historia.
Mientras que la relación en invertir en alimentación a los recién nacidos es de 45 dólares por cada dólar invertido conforme a los estudios realizados por los mismos estudios de NNUU, creo que nos hemos dejado llevar por la histeria que supone gritar a todas luces que “en algún momento” nos vamos a morir. Y eso es verdad, en algún momento todos lo haremos, pero no hoy.
Entonces, es importante evitar la histeria en este mes de noviembre donde — les adelanto — llegarán cada día más de una noticia catastrófica sobre las focas, osos polares y la temperatura del planeta. Es importante abordar en su justa medida estas noticias.
Por mi parte, he decidido escuchar con excepticismo a una OMS que fracasó estrepitosamente en prevenir la pandemia y luego en repartir equitativamente vacunas contra un virus que sí te mata en 15 días pero tiene la osadía de pretender ordenar nuestras economías para los próximos 100 años.