Algunas lecciones electorales

- Pero ¿cómo si una candidata del partido colorado tuvo 4 mil 400 votos se quedó afuera y otra del partido liberal con 3 mil 200 entró como concejal? La pregunta, escuchada en una radio el lunes por la noche, obliga a recordar lo que comentábamos desde el momento en el que fue aprobada la modificación del sistema electoral.

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El voto preferencial primero se computa para la lista y luego va al candidato dentro de la lista. Es de ese modo que primeramente se asignan las bancas y luego se determina quiénes las ocupan de entre los más votados de la lista.

Es lógico ya que se supone que se está eligiendo a un grupo de personas para integrar un cuerpo colegiado, que ese grupo de personas tiene algo en común, y que el elector decide respaldar a ese grupo destacando a un candidato de su preferencia dentro de el.

Fue, junto a las máquinas electrónicas, la gran novedad del domingo pasado, y certificó una vez más que con su aplicación se minimiza el voto castigo hacia una lista, porque le transmite al elector la sensación de que puede premiar a algún buen candidato rezagado detrás de varios de impresentables.

Pero los impresentables también hacen campaña y tienen estructura y equipo suficiente para pelear voto a voto dentro de campañas que se híperpersonalizan.

¿Es esto malo y debe cambiarse nuevamente el sistema? Francamente creemos que no, muy por el contrario esto debería profundizar aún más el sistema y quizás permitir que cada elector amplíe la cantidad y orden de preferencias dentro de esa lista que escoge apoyar.

El domingo pasado tampoco hubo grandes sorpresas en los resultados, ya que en la mayoría de los principales municipios los sondeos previos marcaron las tendencias que finalmente se consolidaron; sí quizás en algunos márgenes aplastantes como el obtenido por el reelecto intendente esteño Miguel Prieto, o algunas derrotas en feudos simbólicos como Concepción para los liberales o Villarrica para los colorados.

De lo que no se puede dudar es de que la palabra alianza será la vedette a medida que nos acerquemos a las elecciones presidenciales de 2023.

Quien hace tiempo tomó nota de la necesidad de abrir al principal partido político del país hacia una de ellas es el vicepresidente y precandidato (¿o a estas alturas precandidato y vicepresidente?) Hugo Velázquez, quien nos decía el domingo que podría plantear a su partido la reforma de estatutos para permitir una alianza con otros grupos políticos sin negociar ni la candidatura presidencial ni el número de lista y lema.

Las alianzas de hecho fueron también claves para que los opositores ganen en dos ciudades emblemáticas: Ciudad del Este y Encarnación.

El reelecto intendente de ésta última, Luis Yd, el hombre que había derrotado al partido colorado tras más de 70 años de administración municipal ya en las pasadas elecciones, nos decía el viernes pasado en la 730AM que si la oposición quiere tener alguna posibilidad de éxito debe construir una alianza seria y que preferentemente no debe estar encabezada por figuras ya gastadas de la política tradicional.

Una alianza seria, decía Yd, y nos llevaba a recordar a aquella que le permitió la victoria a Fernando Lugo en el 2008, que se construyó exclusivamente para ganar una elección, sin definir cómo se gobernaría posteriormente.

¿Podrá ganar el partido colorado nuevamente en 2023 sin necesidad de una alianza? ¿será capaz la oposición de articular una que llegue con posibilidades de éxito electoral?

La reñida elección de 2018 y la incorporación año tras año de miles de posibles votantes que ya no responden a la lógica ni de la tradición ni de la dependencia de un cargo público pueden hacer que el peso del voto rígido sea cada vez menos decisivo...siempre que algo lleve a esa enorme masa de nuevos electores a participar.

guille@abc.com.py

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