Pero el Chano nunca ocultó sus problemas con la adicción. De hecho, varias veces pidió indirectamente ayuda en entrevistas. No sentía vergüenza de contar con detalles el mundo en que vivía atrapado. Con intentos fallidos de salida que acarreaban gastos millonarios en tratamientos. Con la fama acumuló dinero, amistades “peligrosas” y creó su propia burbuja. Esta misma burbuja es la que tienen hoy cientos de jóvenes y adultos, adinerados o no de nuestro país. Enloquecidos por sustancias que les hacen “perder” la cabeza. Hacen lo que sea para tenerlas. No importa cómo. Deben calmar esa sed que empezó con “poquito” y se convirtió en imparable.
Es una cadena que se torna muy difícil romper, y cuando se quiebra, deja consecuencias nefastas. Familias enteras están detrás de estas escenas, sufriendo, llorando, con desesperación, no sabiendo qué más hacer para detener a sus hijos, parejas o padres perdidos en la drogadicción. Muchos se han vuelto delincuentes, empeñan o venden lo que encuentran. Perjudican sin tener ya la dimensión del hecho. Es cierto que algunos lo han superado, pero tras tocar más que fondo.
La mayoría empezó con la “pastillita del olvido” como dice otra música del Chano, pero luego se olvidaron de lo que son. Pasaron a ser los “invisibles” visibles de la sociedad. Aun así poco se ha hecho para rescatarlos. Ojalá se frenara o busque mitigar esta proliferación de “chanos” antes de que sea muy tarde y nos toque a todos.