Los políticos nos desprecian

Está más que demostrado que la clase política nos desprecia. Sin vueltas. Así de simple. Hasta podríamos decir que le molestamos porque en la mayoría de las ocasiones no solo la prensa, sino grupo de ciudadanos manifestantes le hacemos frente a sus ambiciones personales y/o sectoriales.

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Sobran los ejemplos que sostienen esta afirmación. Pero vamos a ir a tres hechos principales y recientes que son muy graves: 1. La resistencia del Poder Ejecutivo y de los directores de Itaipú y Yacyretá, Manuel María Cáceres Cardozo y Nicanor Duarte Frutos, respectivamente, y de una buena parte de los legisladores de redireccionar la totalidad de los fondos supuestamente sociales para la Salud Pública de toda la población.

Realmente no se necesita de ninguna ley para que un buen gobierno se vea obligado a destinar fondos para la salud de todo un país. Se supone que una autoridad nacional tiene una sensibilidad superior que no solo lo distingue, sino que también lo debe ejercer desde su puesto de poder. Pero en Paraguay lamentablemente no es así. Aquí sobran ignorancia, soberbia y mezquindad.

2. Llamativamente en un mismo periodo presidencial un grupo de legisladores presentó un proyecto de ley de autobandidaje, blindaje o de impunidad en plena pandemia. Y aquí viene la pregunta: ¿Es necesaria una ley así? A mi criterio con o sin pandemia no lo es.

Lo peor del caso es que 63 legisladores de ambas cámaras (32 en Diputados y 31 en Senado) contribuyeron para que la ley sea sancionada. ¿Por qué no gastaron su valioso tiempo en cosas más útiles para la ciudadanía? Porque evidentemente están más preocupados en conservar sus lugares de privilegio, seguir haciendo uso de influencias y aplastar a la minoría electoral en ambas cámaras, que si bien no tienen la fuerza de los votos, sí ejercen su verdadera función ciudadana inclusive.

3. La falta de vacunas pinta de cuerpo entero la inutilidad del Gobierno. Somos apenas 7 millones de habitantes (incluido menores de 18 años) y con buena gestión tendríamos que ser los primeros en el mundo en vacunación. Pero con tristeza y desazón vimos a nuestros abuelos mayores de 65 años esperar horas y horas, formando filas inclusive desde la madrugada para recibir una simple dosis.

La imagen del viernes pasado en el Fomento de Barrio Obrero de Asunción fue muy triste. Personas de edad se retiraban del local desilusionados porque el Ministerio de Salud Pública quedó sin vacunas anti-covid. Fue una descoordinación total y a las pobres enfermeras le tiraron al frente para que traten de dar una respuesta que no la tenían. Este hecho se repitió en distintos puntos del país.

Para tapar su falta de gestión, desde el Gobierno desarrollan la “estrategia comunicacional” –si es que la hay– de culparle a la población de la pandemia. No vamos a negar que somos responsables también por no guardar distancia, porque no usamos tapabocas en algunos casos, etc., etc., pero no somos culpables de este descalabro total.

En todo el mundo se está viendo que la aplicación de vacunas disminuyen notablemente el nivel de contagio y de muertes. Y eso es mérito de sus autoridades políticas, que complementan perfectamente inteligencia, capacidad de gestión y nivel de compromiso con sus conciudadanos.

En Paraguay las autoridades nacionales, regionales y locales nos ven como simple electores, apenas somos habitantes y ni siquiera llegamos a la categoría de ciudadanos. Encima con las decisiones que están adoptando (autoblindaje, reparto de “zoquetes”, licitaciones a los amigos de siempre y falta de interés en lo verdaderamente necesario como salud y educación) están dinamitando los cimientos del Estado de Derecho.

pguerrero@abc.com.py

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