El pan nuestro de cada día, sin aglomerarnos

Desde el inicio de la pandemia vivimos y sufrimos las medidas gubernamentales que, con todos sus protocolos sobrepuestos, dejando lugar a interpretaciones diversas por su vaguedad e imprecisión, arrojaban más sombras que luces y colaboraron –y siguen haciéndolo- al desconcierto general.

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En medio de toda esta confusión se destacó permanentemente la Asociación de Gastronómicos del Paraguay, que se irguió en defensa de los intereses de un gremio que contribuye enormemente a la economía nacional. Este gigantesco eje mueve la economía –formal e informal- en una proporción más que significativa, por la cantidad de gente que depende directa e indirectamente de la provisión, servicio, mantenimientos, tecnología y todos los aspectos que hacen posible que usted y yo podamos salir a comer afuera, desde un lomito en la esquina más cercana a su casa hasta un lenguado a la mediterránea en el local más elegante que pueda imaginar.

La AGP, cual Quijote, defendió los intereses de asociados y también informales, proponiendo medidas, llamando a reuniones, poniéndose a disposición de las autoridades, siempre con la mejor predisposición, reunión tras reunión, percibiéndose la desazón de sus representantes cuando, al final de muchas de ellas, tenían que resignarse al hecho de que, ante la ausencia de ideas y de medidas reales, no se encontraba mejor opción que restringir los horarios de circulación de los ciudadanos y obligar a cerrar negocios que, por su esencia, realizan gran parte de su movimiento por la noche.

Nunca se percibió otra intención que “déjenos trabajar”, en plural, dirigido a todos, sin hacer distinción entre pequeños y grandes, entre sencillos y gourmets, “déjenos trabajar” para sostener nuestros negocios, para pagar salarios, para remarla hacia adelante.

Está más que claro que es más fácil intervenir a los negocios grandes y en regla que a los pequeños, pero esta diferenciación injusta alegada por los primeros también debe analizarse desde el punto de vista de las ganancias que tienen unos y otros; finalmente, son los clientes quienes optan por dónde ir y cuánto gastar. Pero lo que ya no puede ocurrir es que se pretendan cercenar los derechos de la gente a trabajar honestamente y ganarse el pan, limitando horarios y circulación, cuando se ha demostrado por otro lado una absoluta incapacidad en organizar adecuadamente aspectos fundamentales al bienestar y salud de los ciudadanos, como lo son el transporte, la salud pública y, desde luego, la estrella de la noche que son la vacunación en tiempo y forma conforme a un calendario pre-determinado y una lista de beneficiarios transparente.

En estos días, he tratado de defender algunos aspectos de la actuación de los policías en el incidente de la detención del ciudadano en Limpio… fracasé miserablemente. Busqué algún aliado entre personas con tendencia pro instituciones establecidas, me arrimé a algún espécimen de derecha recalcitrante, pero argumentos, lo que se dice argumentos que me animaría a defender, no me pudieron dar. Por lo que no queda más que reconocer que tanto la detención, la actuación, el uso de la fuerza y posterior maltrato de este señor estuvieron absolutamente al margen de la ley.

Más que el castigo a estos policías intervinientes en el malogrado caso (que desde luego corresponde) espero se corrijan estos incidentes y, sobre todo, mejore la formación general del cuadro policial. Recurrentemente, se percibe que están superados por las situaciones, que no están preparados, pero también, que carecen de apoyo. Por otro lado, sería bueno que cada uno de los ciudadanos de este país tomemos conciencia de la conducta que se espera de nosotros, y que básicamente en estos pequeños incidentes (porque finalmente este incidente no debería haber ocurrido) los agentes del orden están perdiendo tiempo en el que deberían estar abocados a tareas más significativas y relevantes.

El manejo de los protocolos deja en evidencia la poca capacidad de las instituciones públicas para manejar la situación por la que estamos pasando; también, la conducta de la ciudadanía deja mucho que desear, evidenciando que hemos perdido mucho del respeto por el prójimo, cosa que siempre caracterizó a los paraguayos. Pero señales inequívocas como la renuncia de una Senadora ante la indignación generalizada de la población y la adhesión de la ciudadanía ante los atropellos de los derechos de las personas, son señales muy positivas y nos indican que el camino, si bien difícil, se está empezando a caminar.

Mientras, permítanos a todos los sectores trabajar teniendo los cuidados requeridos y necesarios, que nuestros clientes son los fiscalizadores más duros que existen, y a irnos a la hora que se nos antoje a comer un lomito con salsa de ajo a lo del lomitero amigo, que, para más, nos fía.

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