Porque si prestamos atención al anuncio, los que pretenden reformar el Estado son los mismos que desde que “somos democráticos” se han aprovechado de todas las debilidades del sistema, omitiéndose de la obligación de consolidar las instituciones, de mejorar la democracia y que de su virtuoso venero, se pudiera concretar una vida mejor para los paraguayos. Pero en resumen y para simplificar el diagnóstico: los “reformadores” quieren hacernos víctimas de sus reformas. Una vez más …
Para ver la situación con mayor claridad: los que se protegen con fueros y se niegan a transparentar los mecanismos electorales, los que han bastardeado el correcto funcionamiento de las instituciones de la República adjudicándose inmunidades, impunidades y privilegios … se proponen reformar el Estado. Quieren hacerlo, los que se cubren unos a otros como si fueran logias mafiosas cada vez que la justicia olvida su indolencia y decide investigarlos.
El mismo Estado que es infestado de miles de planilleros, simples parásitos de los padrones oficiales en uno de los países más carentes en materia de servicios, en niveles de educación y de cobertura sanitaria …. ¿nos darían las reformas que necesitamos para salir del atraso?
¿Harían estos señores del poder que el Paraguay abandone la vergonzosa clasificación que nos ubica entre los países más “adelantados” en la generalizada corrupción americana? Y cuyos Gobiernos ¡ninguno de ellos! no hicieron posible una sola condena por corrupción de absolutamente nadie vinculado a la función pública? ¿Qué reformas podrían hacer? Y … ¿cuán confiables serían las que hicieran? Y si aún las tuviéramos …¿cómo se las implementaría? ¡Si ni siquiera una “cuarentena” o un aislamiento propuesto para salvar vidas de la pandemia no se cumple como se ha ordenado…!?
Habría sido más “digerible” la intención si se convocara TAMBIÉN a personas que hoy se hallan en los extramuros de las cortes político/partidarias. A aquellas que reputadas por su personalidad profesional, por su sentido del honor, su experiencia y calidad académica, están en condiciones de hacer de contrapeso al impresentable contingente al que generalmente apela el Estado Nacional para sus Asesorías. Gente calificada que hubiese marcado las diferencias con el personal “de confianza” de los que mandan. Que si no están afiliados a un partido político o no militan en alguna interna … carecen de toda chance de actuación en el mercado laboral de la Nación.
Porque las reformas, las que son necesarias, ya no deberían limitarse a adecuar los salarios de los funcionarios públicos a la capacidad que tenga el Estado para pagarlos. No debería tratarse solamente de evitar la superposición de organismos o entidades para hacer lo mismo (sin que ninguna lo haga con calidad y eficiencia). No se trata de eliminar consejos y consejeros inútiles. De evitar derroches, suprimir instituciones o cargos innecesarios entre otras medidas que son desde luego, completamente posibles y razonables. Ya no necesitamos una Carta Magna que eternice a los representantes en sus cargos con la potestad de asignarse salarios desmedidos o privilegios inaceptables.
Hoy se necesita una verdadera REFORMA basada en una constitución que considere muchas otras metas de profunda complejidad. Porque ya lejos de la excitación que produjo la caída de la dictadura y habiendo “saboreado” los amargos 30 años desperdiciados en medio de la incertidumbre, anarquía y prácticas que no se concretaron en las esperanzas que teníamos los paraguayos sobre la democracia, deberíamos plantearnos dimensionar un Estado que ponga al alcance del pueblo, propuestas de soluciones a sus problemas y penurias de tanto tiempo.
Es difícil predecir qué sucederá en la POS pandemia, pero una cosa es segura: habrá que refundar la República … renovar todo. Recomenzar. Con otros conceptos y sin que volvamos a equivocar el camino. Privilegiar la decencia. Debiéramos tal vez retornar a lo mejor de lo antiguo evitándonos lo peor de lo nuevo.
En el Paraguay que esperamos, ya no deberían tener cabida los que se equivocaron tantas veces. Porque se trata de la última oportunidad que tenemos de acompañar al mundo que se propone al parecer, enderezar las cosas. Ya que no habrá tiempo para nada más …