El egoísmo de la generosidad

Hace unos diez años, el extraordinario y recordado divulgador científico Eduardo Punset en su ciclo inolvidable llamado “Redes” realizó un experimento científico en las calles de una ciudad española ofreciendo a un grupo de estudiantes invertir en ellos mismos y a otro grupos invertir “en los demás”. Los resultados fueron muy impresionantes.

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Mucho se ha hablado sobre la empatía y el apego a la solidaridad como “la voluntad de actuar en la consideración de los intereses de otras personas, sin la necesidad de segundas intenciones” en palabras del filósofo norteamericano Thomas Nagel.

Lo que Punset y otros estudios han demostrado (ver experimentos de la universidad de Ratisbona y de Chicago con insectos y animales) que el sentimiento de generosidad finalmente actúa como un “bálsamo” para nuestro propio bienestar. Este descubrimiento llevó a decir a algunos divulgadores científicos que “la generosidad es el sentimiento más egoísta que podemos practicar”.

Queremos tener una aproximación a lo que ocurre en estos días en el Paraguay. Y quiero cambiar la enunciación llamando, amable lector, para apelar a cada uno y a su propio bienestar. Dice Ayn Rand en su libro “La Virtud del Egosísmo” que “Preocuparse por el bienestar de los seres queridos es una parte racional de los egoístas intereses personales”.

Así que quiero ser práctico compartiendo con ustedes nada más que cinco ideas:

1. Use la máscarilla y lávese las manos las veces que entre y salga a algún lugar, no porque quiera salvar el mundo sino porque ese mundo si desaparece tal como hoy lo conocemos, nos privará de trabajo, de sus seres queridos y de su bienestar.

2. No concurra a fiestas donde aparentemente quienes invitan “cerraron un trato” con el SaRs Cov2 para que no circule en su encuentro. Hágalo porque a usted le gusta disfrutar la vida y en ese lugar hay algún despistado que aún cree que puede inmunizarse con ungüentos y bebidas mágicas. Habrán muchos ágapes en un breve futuro.

3. Si logramos hoy que los comercios estén abiertos para cuidar el trabajo de las personas que viven gracias a esos ingresos, tomemos las precauciones y colaboremos para que “el otro” haga lo mismo. No lo haga por esas personas si esa acción le fastidia, hágalo porque de otra manera usted no podrá hacer trámites comerciales si volvemos todos a la destructiva “fase cero”.

4. Si tiene hijos que no pueden aún comprender que son portadores muchas veces asintomáticos del virus, demuestre que usted es un buen padre, un buen ejemplo y una guía útil y recuerde siempre que hoy no lo valorará, pero en algunos años se lo agradecerá.

5. Y, por último, un consejo y un pedido. Amable lector, si sus deseos por expresar su libertad en fiestas con aglomeraciones, sin cuidados ni interés por el coronavirus, respetuosamente le pido que no lo comparta por las redes sociales. Y señores de la Fiscalía, si necesitan pruebas para realizar las imputaciones e investigaciones, no esperen que se les llame, ingresen a las mismas redes sociales donde hay un grupo de incontenibles ciudadanos que no pueden aguardar 15 días más para evitar que el sistema colapse.

Por último, una obviedad que no quiero dejar pasar: ¡Los sistemas están colapsados para todo tipo de paciente! Si me tocara acudir por un infarto, por un accidente doméstico que comprometa mi vida, un accidente de auto o un ataque de asma, allí estarán las personas que por responsabilidad propia o ajena decidieron expresar un aspecto de su egoísmo que no le haría tan feliz como el otro, aquel que la ciencia nos cuenta que nos hace aún más felices.

Cuidemosnos, por favor.

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