El último líder

Imagínese el lector asumir un cargo público con apenas 50 millones de guaraníes en caja. Un grupo de funcionarios muy mal pagados, desanimados y con una gran responsabilidad para su propia familia de hacer “bien” las cosas. Imagínese el lector que lo haya hecho de manera tan extraordinaria que su legado siga aún décadas después de su muerte. Esta es la historia de Don Feliciano.

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Durante la semana recibí una devolución sobre el artículo de la semana pasada que hablaba de política pública de un muy querido amigo y excelente profesional que me hablaba que solo hay empresas u organizaciones bien o mal explotadas y que las leyes del gerenciamiento son universales, recordando al enorme tratadista austriaco Peter Drucker.

Esta excelente visión se entremezcló en el alma con la fecha de nacimiento de quien, a criterio de Drucker - como ya lo veremos - fue el último gran líder del Paraguay y que debía haber cumplido 72 años. Hablo de Don Feliciano Martínez, ex intendente de Atyrá y ex senador de la Nación que nos abandonara tan joven hace ya 15 años.

Peter Drucker en su extensa bibliografía y en las interesantes entrevistas que dio a lo largo de su dilatada carrera como padre del gerenciamiento moderno definió que para todo emprendimiento, el líder debe conocer su misión. Sin esa misión no puede haber seguidores. Y definitivamente el único tipo de líder que no existe es aquel quien no tiene seguidores. Me pregunto si Don Feliciano lo leyó a Drucker, pero lo haya hecho o no, su ejemplo fue la prueba más grande que el camino a los grandes líderes nace con el reconocimiento de la misión. Como primer punto. Si no tengo un objetivo claro, no puedo llegar a ningún lado. Don Feliciano tuvo una misión y un objetivo: convertir a su ciudad en la más limpia del país y en una de las más limpias del mundo.

Estimado lector, ubiquémosnos en el año 1991. No había misiones del FMI, ni créditos del BID. No había posibilidad de colocar bonos del municipio de Atyrá en el mercado internacional. Pero no hacía falta. Don Feliciano - tal como señala Drucker - conocía o intuía su siguiente paso: gestionarse a sí mismo, demostrar que realmente estaba convencido en la misión que pregonaba.

Pudieron existir mil excusas (¡y vaya que sí conocemos!): no hay presupuesto, no hay camiones recolectores, falta personal, etc. etc. etc. Pero la solución de Don Feliciano estaba al alcance de su mano: un machete y un rastrillo. Nada más. El resto sería su historia. El cambió empezó por él. No tuvo tiempo ni ganas de echar culpas a los demás. Trabajó duro varias horas y días bajo el sol hasta ganar el respeto de quienes lo empezaron a seguir. O como diría Drucker “el líder se define por haber ganado el respeto de la gente a través de encarnar en hechos los valores que predica” y esto se llama tener integridad.

Por último, cuando su ejemplo cundió, gestionó la última ley de Drucker para que la empresa sea exitosa: ser exigente, comenzando por uno pero dando responsabilidad a la gente. “La gente puede cambiar porque yo les estoy mostrando como hacerlo”.

No existen suficientes elogios para elevar a la memoria de Don Feliciano. Quizás sea porque el mismo no los necesitaba. Cuando lo conocí, ya afectado por su enfermedad, tenía dificultades para expresarse oralmente, pero eso no le impedía caminar casa por casa llegando a lugares donde no lo conocían. Y probablemente no lo recuerden hasta hoy.

Seguimos escarbando en el pasado la imagen de un líder que pueda integrar todos los valores que necesitamos para ejercer una conducción correcta de nuestra “empresa” - en términos de Drucker - . Retrocedemos a la década del 20 y del 30 y encontramos grandes nombres. Pero ¿por qué olvidamos éste a quien lo vimos trabajar tan recientemente?

Atyrá es la prueba palpable que trabajar juntos por un país mejor es posible. ¿Tienen problemas? Por supuesto. Pero lo más grande no son los desafíos que le quedan sino los que ya han pasado.

En las mingas de limpieza a nadie le importa la afiliación de las personas que están trabajando. Solo limpian la ciudad. Y esa comunidad es hermosa. Su gente es cálida y excelente. Está a 70 km de Asunción donde no podemos evitar tirar una lata de cerveza en el barrio más caro del país.

¿Todavía creemos que el cambio depende de alguien más que de nosotros mismos? ¿Quieren saber quién fue un líder exitoso? Fue Don Feliciano Martínez. Quizás por eso su pueblo lo acompañó cantando aquella tarde de marzo hasta su lugar de descanso eterno.

No lo reeligieron nunca como Intendente. ¿Pero eso significa que perdió? Su objetivo sigue intacto y su integridad se ve en cada atyreño que cuida su hermosa ciudad. ¡Salud Don Feliciano!

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