“Las guerras por lo general reflejan la descomposición de un pueblo”

La invasión de Ucrania por Rusia plantea de nuevo la alternativa que tiene el hombre de vivir libre con sufrimiento o feliz sin libertad ni conciencia bajo la férula de un poder totalitario. “Vivir es un peso que nos obliga a elegir continuamente”, afirma el sacerdote español Javier de Haro Requena, responsable de la Pastoral de la Universidad Católica, quién vivió en Moscú y en la Siberia.

Javier de Haro Requena, sacerdote español y responsable de la Pastoral de la Universidad Católica, quién vivió en Moscú y en la Siberia.
Javier de Haro Requena, sacerdote español y responsable de la Pastoral de la Universidad Católica, quién vivió en Moscú y en la Siberia.

Cargando...

- ¿De qué parte de España es usted?

- Soy de Madrid, la capital, donde los cielos se parecen mucho a los de Asunción. Hay un dicho popular que dice: “De Madrid al cielo”. Es una ciudad muy bonita en la que hay espacio para todos. Después de casarse mis padres, nacidos en Granada, emigraron a Madrid donde nacimos los siete hijos. Yo tengo 61 años.

- ¿Hace cuánto en Paraguay?

- En el mes de julio harán ocho años y, desde el primer momento, “me hallé” (me gustó) no sólo por el idioma, la gente o el carácter alegre sino fundamentalmente por encontrarme un pueblo con fe. Vine para sustituir al padre Alberto Bertaccini, fallecido repentinamente en junio de 2014, ocupándome de la parroquia San Rafael como párroco y viviendo en comunidad con los sacerdotes misioneros de la Fraternidad San Carlos Borromeo.

- Donde está el padre Aldo...

- La parroquia está junto a la Fundación San Rafael que dirige el padre Aldo. En octubre el obispo, monseñor Edmundo (Valenzuela) junto con mis superiores, me pidieron dejar la parroquia para dedicarme enteramente al trabajo en la pastoral de la Universidad Católica como coordinador de esta área.

- Usted estuvo en Rusia, más en concreto en Siberia. ¿Cuánto tiempo?

- Primero estuve en Moscú en 2011 y, luego, del 2012 al 2014 fui para apoyar nuestra casa de Novosibirsk, en el corazón de la Siberia, y para terminar mi tesis doctoral sobre un autor ruso, Nikolai Berdiaev, quien desarrolló su pensamiento en la primera mitad del siglo XX en Moscú y como exiliado en París. El tema de mi tesis fue sobre la ideología, los totalitarismos y la experiencia de la libertad.

- ¿Cómo se resume?

- Nikolai Berdiaev, nacido en Kiev en 1874 y obligado a exiliarse en Paris vive una época convulsa por los anarquismos, marxismos, comunismo, nihilismo. Su conversión, primero a la verdad y posteriormente a la fe (era de la Iglesia ortodoxa), le dará una posición privilegiada para entender la raíz de los totalitarismos de Oriente y Occidente. A nivel existencial, vivir es un peso porque nos obliga a elegir continuamente. La alternativa que se plantea es: libre con sufrimiento o feliz sin libertad ni conciencia. Emerge entonces el poder que por naturaleza es totalitario pero que para poder incidir en la conciencia necesita el consentimiento humano. Lo que puede liberar al hombre de esta dinámica inevitable es una verdadera experiencia de libertad mediante la pertenencia a un lugar y comunidad. Esta experiencia, Berdiaev la reconoce en la Iglesia y en sociedades que ponen a la persona en el centro.

-Habla ruso...

- Lo estudié, lo entendía y lo hablaba para comunicarme. Aunque uno no practica una lengua le queda una forma de relacionarse con las cosas. Por ejemplo, en ruso “gracias” se dice “spasiba”, que literalmente significa “Dios salva”. El guaraní tampoco lo hablo pero me fijo en esa plasticidad y concreción de las palabras, como por ejemplo: “pehengué” para expresar al hermano como “un pedazo de mí”.

- ¿Cuál fue su experiencia en esos años de Siberia?

- Mucho frío pero al mismo tiempo una gran cordialidad y apertura. Es un gran pueblo que ha luchado y sufrido mucho y que empieza a despertar su libertad y vocación de apertura a otros pueblos. Hay un gran paralelismo entre el pueblo ruso y el paraguayo por su origen en la fe, por su capacidad de sacrificio y por su alegría.

- ¿Hay muchos católicos?

- Se calcula que los católicos son, en torno, al 1% de una población de 144 millones en el país más grande del mundo. Por historia y tradición la religión mayoritaria es la ortodoxa, luego la musulmana y después la católica y la protestante. Hay religiones orientales...

- Históricamente, Rusia es un país de migrantes por la persecución. El apellido ruso o ucraniano ya es parte de nuestra idiosincrasia paraguaya...

- Cierto. A comienzos del siglo XX, con motivo de la guerra civil de 1917 una parte significativa del pueblo ruso emigró hacia Europa y América buscando nuevas oportunidades. Se emigra también para tener mayores oportunidades en el estudio, por razones económicas o por cuestiones de salud, debido a la dureza del clima. Paraguay sabe acoger y, como bien dice la canción, “ya no te llamaremos extranjero sino hermano”, es casa para todos. Ustedes han sabido dar el espacio y una cierta autonomía a las diferentes colonias de emigrantes.

- Primero emperadores, después dictadores comunistas. Ahora aparece uno con disfraz de demócrata. Nadie creyó en una guerra en pleno siglo XXI...

- Ciertamente es una guerra entre pueblos hermanos por historia, lengua, geografía, pero también con sus diferencias y caminos diversos. Son pueblos que han nacido de la fe del príncipe Vladimir a finales del siglo XI, luchando frente a las invasiones tártaras y mongolas procedentes del Oriente o sometidos a los imperios y poderes de Occidente, en el caso de Ucrania. La época soviética quiso “normalizar” a los pueblos con un costo muy alto en vidas, historia, cultura, economía...

- Están acostumbrados a LAS matanzas...

- Con la caída del muro de Berlín (1989) se fueron abriendo nuevas posibilidades. Un grupo significativo de los países que vivieron bajo el llamado “telón de acero” pidieron y entraron en la Comunidad Europea. En el caso de Ucrania, en 2014, con el cambio del presidente proruso, forzado por la población, se giró el rumbo hacia Occidente.

- ¿Usted estaba en Rusia todavía?

- Sí, en Siberia. Hubo una gran inquietud en todos los estamentos. Volvieron los miedos del pasado. Toda guerra exterior esconde otra guerra interior aún mas fuerte: ser libre con sufrimiento o vivir tranquilo con un poder que le dicta a uno como organizar su vida en todos sus aspectos. Una “Guerra total” nos afecta a todos y en todo momento: vivir afirmando la verdad con un costo muy alto, o dejar que crezcan las mentiras sociales presentadas como única realidad-verdad. Pensemos en el gran mal endémico de la corrupción de nuestro país. La lógica es la misma.

- Los llamados a la paz no sirven más que para el protocolo. El papa Francisco fue inclusive a la embajada rusa en el Vaticano a clamar por la paz. Las sanciones económicas no surten efecto...

- Si la paz no va acompañada de verdad y justicia, difícilmente los pueblos se sentirán libres. Es cuando entra el miedo y pides que otro, el Poder, te libere. Es la misma dinámica en los diferentes totalitarismos sean nacionalsocialistas, comunistas, liberales o fundamentalistas como pudimos ver recientemente en el conflicto con el Isis (creación del Estado Islámico). El papa Francisco tiene un principio muy interesante: dar prioridad al tiempo en el modo de proceso antes que al espacio ocupado por el poder.

- ¿Eso vale para la Guerra?

- Las guerras por lo general reflejan la descomposición de un pueblo, una cultura o una civilización. Por eso, el problema no es de ayer sino de una generación, de una mentalidad, de una forma de entender la vida y las relaciones. Si el único principio de la vida es la economía, el sujeto se hace muy frágil. Lo acabamos de ver en las formas tan distintas de vivir la pandemia. Cada uno sabe muy bien si se ha despertado su humanidad, si se ha hecho consciente que la vida no es sólo trabajar e irse de vacaciones o si se ha escondido de sus miedos. El Poder sabe entrar muy bien por las fisuras y resquicios de las cosas no decididas o no resueltas. Cuando penetra anida, se queda y espera la ocasión para dar su golpe de efecto.

- El Papa llamó a orar y ayunar, no puede hacer más...

- Me parece que el llamamiento que ha hecho el papa Francisco no ha sido sólo a “orar y ayunar” sino a despertarnos de nuestra indiferencia por medio del dolor compartido, a obligar a los mandatarios que hagan examen de su autoridad frente a Dios. ¡Qué gran libertad para decir estas cosas!. Ciertamente las sanciones económicas, necesarias para frenar el tsunami del poder totalitario que también necesita de la economía, no bastan sino van acompañadas de un trabajo cultural a largo plazo.

- Esta invasión de Ucrania también pone en cuestión el tema de la igualdad. En todo caso hay igualdad entre las potencias que no interfieren entre ellas cuando someten a uno más débil...

- Existe un problema de lenguaje que conviene desvelar porque si los términos igualdad, libertad, fraternidad -como máximas de la Ilustración- no van acompañados de experiencias y razones, todo se confunde. Es el mecanismo de la ideología: confundir para dividir. Pero se puede empezar a construir. Yo mismo tengo amigos rusos y ucranianos y los siento como “pehengüe” (hermanos). Aunque están lejos y no puedo hacer mucho, sí que lo puedo llevar a cabo dentro de mi ambiente. Madurar y crecer nos unirán antes que separarnos.

- La igualdad, la libertad, que tanto se pregona termina siendo una utopía. ¿El hombre está destinado a matarse como Caín y Abel hasta el final de los tiempos?

- La utopía es un lugar futuro donde todo será mejor, posponiendo siempre la llegada de ese momento. Es lo que está en la raíz de la palabra “progreso”, o “paraíso comunista”, o “sociedad del bienestar”. Las distopías muestran las consecuencias presentes y reales en la vida social y personal. Obras como “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, o “1984″ de George Orwell son una buena descripción. El caso de la muerte de Abel a manos de Caín puede considerarse como la primera “distopía” de la humanidad, por no dejarse acompañar Caín en su envidia y no comprender que Dios da algo a uno para que el otro lo reciba en su momento. Si no juzgamos lo que pensamos, si somos conniventes con el mal, nosotros mismos activamos la bomba de relojería. Todo esto lo describe muy bien Hannah Arendt en su obra La banalidad del mal. Nuestra falta de juicio crítico hace que el mal conviva y se vuelva parte ya natural de lo que somos. Las consecuencias históricas las conocemos tanto en el nazismo como en el comunismo. Sophie Scholl junto con su hermano y amigos dan lugar al movimiento La Rosa Blanca y ponen en jaque al sistema policial nazista. Vaclav Havel hablaba de “el poder de los sin poder” en la Checoslovaquia de finales de los setenta. El mismo Karol Wojtila como obispo de Cracovia viajando por Polonia despertó la conciencia de un pueblo en la forma del sindicato Solidaridad. La esperanza, como un fósforo, empieza por uno y llega a todos como fuego que purifica, ilumina y da calor.

Enlance copiado
Content ...
Cargando...Cargando ...