La homilía de Martínez, hecha en una misa celebrada este sábado en la Catedral de Villarrica, dio por terminado el Triduo Pascual en lo que el obispo consideró “una situación y un ambiente inéditos”.
“Lo hemos vivido recogidos en la intimidad de nuestros hogares, en la Iglesia doméstica, con el pequeño núcleo familiar, con la añoranza del abrazo a nuestra familia extendida, tan propia de nuestra cultura. Quizá, como nunca antes, en el inmenso silencio que se vive en todo el planeta, la voz de Dios, que siempre es susurro suave, pueda escucharse con claridad y con fuerza”, dice parte de su mensaje.
La celebración en la víspera de la Resurrección hace énfasis en la necesidad de tener uno, como cristiano, la fe necesaria para sobrellevar este duro momento, así como la capacidad de transmitir un mensaje de esperanza basado en cómo Jesús venció a la muerte.
“Nuestro Dios no es un Dios de los muertos, sino de los vivos. Como personas de fe, este tiempo de prueba por la pandemia, que nos sobrecoge y que nos angustia, que nos amenaza con sufrimiento, dolor y muerte, debe llevarnos a la actitud de María al pie de la Cruz: ¡una actitud de fe y de esperanza en la Resurrección!”, añadió Martínez.
“La muerte no prevalecerá; ha sido derrotada (…) Que el virus no nos robe la alegría y la esperanza. No podemos ni debemos vivir atados por los temores paralizantes”, agregó.
Dentro de su homilía, el obispo agradeció también a los médicos y el personal de blanco por su labor de cuidado hacia los enfermos y exhortó a los fieles a que cumplan la cuarentena quedándose en sus casas.
“Estas difíciles circunstancias que nos toca enfrentar y vivir como país nos está dejando una gran, pero esperanzadora lección: es posible alinear voluntades y esfuerzos de todos los sectores de la sociedad por una causa común. Coordinando y sumando voluntades por el bien común. En esta crisis, Paraguay ha mostrado que puede hacer bien las cosas y ser ejemplo para el mundo”, finalizó.