El olfato, un lazo entre el hombre y el perro desde los primeros tiempos

A menudo se dice que el perro es el mejor amigo del hombre y, en efecto, ambos tienen una íntima conexión desde hace mucho tiempo, si bien no se sabe aún de forma concluyente cuándo y por qué se produjo la domesticación que derivó en esta relación duradera.

El hocico de un perro mestizo. En su fino olfato se encuentra posiblemente el origen de la temprana domesticación de los perros, según una investigadora.Wolfgang Hoppe
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Juliane Bräuer, jefa del área de estudios caninos del Instituto Max Planck de Geoantropología de Alemania, tiene una teoría: “Mi hipótesis es que la nariz desempeñó un papel importante”.

Hay distintas estimaciones sobre cuánto tiempo llevan conviviendo humanos y perros, Bräuer supone que desde hace unos 30.000 años. Al igual que otros investigadores, no puede decir con un cien por ciento de certeza qué llevó exactamente a esto.

“Obviamente encajamos juntos en términos de estructura social. Sin embargo, algo hizo que tuviéramos éxito juntos”, señala la experta.

Bräuer conjetura que es muy probable que la caza desempeñara un papel importante y pone en juego el olfato del perro.

El olfato en una quinta parte del cerebro perruno

“Donde el perro es claramente superior, por supuesto, es en el sentido del olfato”, comenta, explicando que, mientras que los humanos no son especialmente buenos procesando olores de forma consciente, alrededor de una quinta parte del cerebro del perro es la única responsable del sentido del olfato.

“Cuando siguen un rastro, tienen una imagen exacta en la cabeza de lo que debe haber al final del camino”, explica la investigadora, y relata que en las pruebas en las que se trazó un rastro de olor pero se colocó otro objetivo al final, los perros siguieron buscando.

Según el periodista científico británico Ed Yong, los perros tienen incluso un sentido diferente del tiempo gracias a su fino olfato. Mientras que los humanos perciben su entorno principalmente a través de los ojos y los oídos, utilizando la velocidad de la luz y el sonido en tiempo real, los perros también pueden leer el pasado inmediato y el futuro utilizando su olfato.

Después de que un ser vivo abandona un lugar, sus moléculas pueden permanecer en el sitio durante mucho tiempo, o incluso adelantarse. Por ejemplo, los perros pueden anticipar la llegada de su dueño y hasta calcular cuánto tiempo ha estado fuera, en función de la intensidad de su olor.

El olfato, camino a la presa

Los humanos aprovecharon el fenomenal olfato de los perros para cazar desde muy pronto, porque, según la suposición generalizada, los canes y sus antepasados lobunos les mostraron el camino a la presa.

Aún hoy nos beneficiamos del olfato de los amigos de cuatro patas. Por ejemplo, en la Policía, donde los perros rastreadores ayudan en la búsqueda de personas, drogas, explosivos, dinero en efectivo o soportes de datos.

A veces incluso se utilizan en medicina, ya que pueden olfatear enfermedades. Durante la pandemia de coronavirus, se demostró que los perros podían olfatear a las personas infectadas por el virus.

Pero, por supuesto, algo más que el olfato une a los amigos de dos y cuatro patas hasta el día de hoy. No solo los humanos eligieron a los perros, sino que los perros también eligieron a los humanos como una especie de compañero social, afirma la científica Bräuer, apuntando que no hay ningún otro animal con el que exista una relación tan íntima.

Trabajando y jugando

Según la experta, varios factores son decisivos para ello, ya que, para que funcione, tiene que ser un animal social. “Los gatos, por ejemplo, quedan descartados”, comenta.

Además, el animal debe ser sumiso y no peligroso, lo que -en la mayoría de los casos- se aplica a los perros. “Evidentemente, también encajamos en términos de estructura social”.

En general, los perros son muy positivos hacia los humanos. Disfrutan trabajando y jugando con ellos, y no solo a cambio de golosinas. “Creo que eso es lo que los diferencia de otras mascotas”, sostiene Bräuer, y cita como ejemplo que los humanos también han convivido con cabras durante mucho tiempo. “Pero una cabra no nos elegiría como compañeros sociales”, concluye la investigadora.

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