Resulta adorable cuando un cachorro intenta cazar una hoja que se mueve por el viento o cuando intenta atrapar una mariposa. Pero cuando un par de meses después se abalanza sobre el gato del vecino, hurga durante horas en las madrigueras de los conejos o desaparece al ver otro animal, la diversión desaparece.
Es en ese momento cuando comienzan a sonar los teléfonos de los expertos en perros de caza como Anja Fiedler y Alexandra Wischall-Wagner.
“¡Ayuda, mi perro está cazando!”, dicen las personas que llaman desesperadas. Y también consultan: “¿Es posible controlar este instinto de caza?”.
La buena noticia es que “definitivamente se puede hacer algo”, dice Fiedler. “Incluso también cuando se trate, por supuesto, de secuencias de comportamiento innatas que se han expuesto más a fondo mediante la selección de cría en perros especializados”, señala.
“Pero todos pueden aprender”, tranquiliza. Y Alexandra Wischall-Wagner confirma que “a cualquier edad, ¡todavía se puede conseguir algo!”.
Las expertas anticipan sin embargo que el entusiasmo por la caza no se puede hacer desaparecer de un momento para el otro. Quien busque una solución rápida, quien considere que con castigo, violencia o incluso con collares con descargas eléctricas se puede lograr un cambio, están totalmente equivocados. El tiro incluso podría salir por la culata.
“Un perro siempre reaccionará con aún más estrés a este tipo de estímulos”, afirma Wischall-Wagner. La especialista advierte que el perro podría mostrar entonces todavía más frustración, agresividad y se agudizaría su comportamiento de caza.
Orientar, focalizar y reflexionar
Ambas adiestradoras de conducta animal apuestan por otros métodos, como por ejemplo el entrenamiento del control, el equilibrio de necesidades y una ocupación adecuada a la raza.
Para ello, sin embargo, los dueños de los perros primero tienen que saber qué les pasa a sus amigos de cuatro patas a los que les encanta cazar, cuando se vuelven locos en cuestión de segundos.
Las piezas del rompecabezas que se suceden son siempre las mismas. Aunque varíen en intensidad según el individuo y el tipo de perro, se empieza por la orientación, la búsqueda y la vigilancia. Luego sigue enfocarse, estar al acecho y señalar. Y, por último, acercarse sigilosamente.
Hasta este punto, el comportamiento de sus perros es probablemente aceptable para la mayoría de los propietarios. Pero luego vienen la la persecución, agarrar, sujetar y, por último, matar, despedazar y comer.
Cuando se trata de sacar a los perros de este hábito, siempre hay una gran pregunta al principio del adiestramiento: ¿cuántos éxitos de caza ha tenido y cuánto ha progresado en este programa de caza?
“El problema es que los humanos reforzamos el comportamiento de forma bastante inconsciente”, dice Wischall-Wagner, psicóloga y autora del libro “Nie mehr Stress mit meinem jagenden Hund” (Nunca más estrés con mi perro de caza).
Porque, ciertamente, todo el mundo se alegra cuando el nuevo miembro de la familia se vuelve loco por el juguete chirriante y se le permite destrozarlo alegremente. “Pero entonces ya estamos en medio de la cadena del comportamiento de caza”, alerta la experta.
Primer éxito: mirar pero sin cazar
¿Por dónde comenzar para poder sacar al perro del túnel de la caza? Para ello se necesita primero fijar un objetivo, por ejemplo, ¿qué es lo que el animal debe dejar de hacer?
“Cuando el punto de partida es que el perro persigue a los pájaros, estaría bien que él pueda quizas limitarse a mirarlos sin moverse”, explica Anja Fiedler, quien dirige una escuela canina.
Entonces se empieza poco a poco y se busca el detonante más débil. En otras palabras, si al perro le llaman la atención los patos, primero se practica el encuentro con un mirlo. Y se hace con una correa un poco más larga y a una distancia tal que el perro no salte inmediatamente.
Si ve al mirlo y no muestra ningún comportamiento indeseado, es decir, se queda quieto y mira, el adiestrador o su dueño genera una señal marcadora (un sonido de clicker o una palabra) y, a continuación, le da una recompensa.
No tiene por qué ser necesariamente una golosina. Tiene más sentido idear una recompensa que se corresponda con el comportamiento que el perro habría querido practicar. En el caso del pájaro, por ejemplo, correr tras él. Por lo tanto, en lugar de golosinas, es mejor seguir con un pequeño juego de acecho o persecución.
Otro caso es cuando un perro ve un conejo que le gustaría coger, pero se detiene. “Entonces le hago una señal y le recompenso con un juego”, señala la experta.
De este modo, el perro aprende que vale la pena esperar. Si la primera fase del adiestramiento funciona bien, este comportamiento debe entrenarse y consolidarse.
Para los más avanzados: caminar tranquilos pese a los estímulos
Wischall-Wagner va un paso más allá. “Mi planteo es que a los perros les debe dar igual qué es lo que ven”, sostiene, da igual si es un niño sobre una patineta o un conejo.
La receta de su adiestramiento es “vinculación, control de impulsos y ejercicio”. Y eso requiere tiempo y paciencia. Con un perro nuevo, primero hay que convertirse en su persona de confianza antes de poder poner límites.
A Wischall-Wagner no le gustan los juegos de tira y afloja ni los de pelota. “Si le tiras pelotas a tu border collie durante dos horas para mantenerlo ocupado, eso no es más que un comportamiento incontrolado de persecución todo el tiempo. Perseguir, agarrar, perseguir, agarrar”, detalla.
La especialista considera que el entrenamiento de recuperación, el trabajo de rastreo o el ‘mantrailing’ (rastreo de personas) proporcionan un mejor entrenamiento. Y si a un perro le encantan las pelotas, es mejor esconderlas y dejar que las busque. “Luego las lleva durante un pequeño rato y las devuelve”.
El estado mental del perro también es muy importante. “Si el perro se siente mal, nos traerá problemas”, dice Fiedler. Porque un perro que tiene ansiedad por separación y ha estado solo horas antes ya sale al campo totalmente estresado.
“Entonces se muestra especialmente receptivo a cualquier estímulo: prefiere buscar y rebuscar en lugar de cooperar con su humano”, explica.
Por cierto, muchas horas de entrenamiento y grupos de adiestramiento siempre nuevos pueden sobrecargar al perro, por lo que tiene más sentido incorporar de a poco los ejercicios a los paseos diarios.