Una furibunda Medea aclara su oscuridad maternal en la arena emeritense

Mérida (España), 27 jun (EFE).- Si algo llega a desconcertar en este mundo es la violencia ejercida sobre los infantes, débiles e inocentes cuyos derechos han sido reivindicados esta noche en el Teatro Romano con la ópera Medea, que ha abierto la 70 edición del Festival Internacional de Teatro Clásico de Mérida.

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Más de 40.000 homicidios se producen al año contra menores de 18 años, “muchos de ellos, resultado de los malos tratos de sus padres”, recuerda una proyección en el escenario de la cuarta ópera en diez años en el festival emeritense, con música de Luigi Cherubini, que la estrenó en 1797, siendo su primer gran éxito, y con recitativos del musicólogo Alan Curtis.

Dirigida por Francisco Azorín, con los acordes de la Orquesta de Extremadura (OEX), bajo la batuta de Andrés Salado, y el Coro de Cámara de Extremadura, está protagonizada por la soprano Ángeles Blancas (Medea), el tenor Noah Stewart (Jasón), la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera (Neris), la soprano Leonor Bonilla (Dirce) y el barítono Esteban Baltazar (Creonte)

En francés y con una duración de poco más de dos horas, dividas en tres actos con intermedio de treinta minutos después del primero, mezcla distintos estilos desde el clasicismo, el romanticismo o el verismo.

Una ópera "extremadamente intensa y difícil de hacer", en palabras del director de la OEX, Andrés Salado.

Música, danza e interpretación se dan la mano en este espectáculo frenético con casi 250 personas en el escenario y detrás de él, que trata de contemporanizar el mito griego de Eurípides y en el que los recitativos juegan un papel relevante.

Para su director Francisco Azorín, es importante reflexionar sobre "qué hacemos con nuestros niños", dando una visión no tan frecuente de este mito, casi siempre contado desde el punto de vista de Jasón y mostrando a Medea como "una loca que mata a sus hijos", o desde la visión feminista que habla de la "venganza" de una "mujer antes que esposa" ante un marido que ha fallado a su juramento de amor.

En este sentido, en este relato trágico se busca profundizar sobre la psique humana, con sus claroscuros, entretejida en forma de una mujer, Medea, en la que se aprecia que lo único que tiene claro es su pasión hacia Jasón, ni siquiera el asesinato consumado de sus hijos.

Así, la liturgia del teatro empieza mostrando el funesto presagio, mientras una locución recuerda al espectador que apague el móvil: Medea comienza a asesinar a sus hijos, ya presentes desde varios minutos antes jugando en un escenario de varias alturas. El espectáculo ha comenzado, ya resuenan los acordes de la OEX y el coro extremeño entra en escena tras un breve encuentro de Medea con un guerrero Jasón.

En Corinto, Dirce invoca la luz de los dioses para su próxima boda con Jasón, a quien Creonte, futuro suegro, tranquiliza por la seguridad de sus hijos, temeroso de que sean “castigados por los delitos de su madre”.

Con ropa de camuflaje militar propia del siglo XXI, que durante esta ópera se mezcla con vestuarios neutrales y en la que incluso se ve un equipo numeroso de antidisturbios, un casco de motorista y hasta el móvil de la hija, entran en escena los argonautas con el premio de su victoria, el dorado vellocino de Cólquide que Jasón ofrece ahora a su prometida y que será motivo de enfrentamiento con Medea.

“Medea, sólo su nombre inspira terror”, se oye al coro cantar en varias ocasiones.

En ese momento, el personaje interpretado por la soprano Ángeles Blancas irrumpe para reclamar un marido infiel e impedir un matrimonio adúltero. Jasón y Medea vacían el escenario con la intención de reflexionar solos sobre su amor, un antiguo sentimiento que ahora rechaza el personaje interpretado por un Noah Stewart (tenor que ya pisó la arena emeritense con Sansón y Dalila) ante la petición de volver de su esposa, que le vaticina un futuro sangriento y lacrimoso.

El “funesto presagio” se vuelve cada vez más palpable y, tras un descanso de media hora en el Teatro Romano, la acción continúa con Creonte pidiendo a Medea que abandone sus tierras, no sin antes rogarle despedirse de sus hijos. Neris, que da vida la mezzosoprano Nancy Fabiola Herrera, trata de consolar a una madre que sigue pensando en su infeliz sangriento plan, que también incluye el desenlace mortal de Dirce y Creonte.

“Hijos míos, os he perdido para siempre”, reza Medea ante las miradas de su esposo y de unos niños (interpretados por Carla Rodríguez e Ismael Palacios) que deambulan entre el público y que le recuerdan “aquellos días felices”.

Tras las ofrendas de Jasón en el templo, se produce el momento solemne de la unión de éste con Dirce, llenando el escenario de doncellas y ortodoxos sacerdotes, con Creonte como maestro de ceremonias y la felicitación de los también hijos de Medea, que observa la acción desde lo alto esperando el momento de su venganza.

La esperada escena y no por ello menos sobrecogedora lleva al clímax la ópera, con una atormentada y furibunda madre en la que incluso se ve un amago de arrepentirse de su decisión filicida, “desarmada” por la inocencia infantil. Un infernal final en un abarrotado escenario consigue el aplauso del público extremeño.

El espectáculo, primera coproducción del festival emeritense con el Teatro Real de Madrid y el Festival de Abu Dhabi, dará un segundo pase el sábado en el Teatro Romano.

Además, la semana que viene el programa del Festival de Mérida incluye la representación de la comedia 'La aparición', una obra dirigida por Paco Carrillo, con Paca Velardiez y Esmeralda Suárez al frente del elenco, que aborda los prejuicios sociales con humor y amor, con pases del 3 al 7 de julio.

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