El malhumor no debe confundirse con el mal carácter, no son lo mismo. “El humor se refiere a un estado emocional transitorio de un momento determinado, que se modifica de acuerdo a la circunstancia; se caracteriza por irritabilidad, enojo o frustración provocado por un desencadenante específico: por ejemplo, a una persona en el trabajo le afectó recibir críticas sobre un proyecto suyo; ese día, al llegar a su casa estará irritado.
Mientras que el carácter se refiere a un conjunto de aspectos de la personalidad que son relativamente estables en el tiempo y que una persona adquiere a través del aprendizaje y el ambiente social”, explica la psicóloga Anabeth Wentzensen
-Si el malhumor no es sinónimo de mal carácter, ¿lo será del temperamento con altibajos?
Tanto el temperamento como el carácter son componentes fundamentales de la personalidad. Como mencioné, el carácter se refiere a los aspectos que provienen del aprendizaje y la socialización, mientras el temperamento es la base biológica de la personalidad y está relacionado con aspecto innatos, heredados genéticamente.
A diferencia del carácter, el temperamento es difícil modificar, ya que está profundamente ligado a la biología y a cómo el sistema nervioso responde al entorno.
-¿Se puede transmitir el malhumor genéticamente o por medio de la convivencia?
El malhumor en sí no se transmite genéticamente, sin embargo, mediante el temperamento se puede transmitir predisposiciones genéticas al experimentar ciertas emociones; estas se pueden evidenciar ya desde temprana edad.
Por ejemplo, un bebé que llora con frecuencia y de manera intensa ante cambios en el entorno, como ruidos fuertes o personas nuevas, puede tener un temperamento más reactivo o sensible. Sin embargo, otro niño puede tener una reacción más calmada ante los mismos estímulos, indicando un temperamento más tranquilo o adaptable.
Respecto a si el malhumor puede ser transmitido a través de la convivencia y el aprendizaje social, la respuesta es sí. Los niños, desde pequeños, observan e imitan el comportamiento de los adultos que los rodean, especialmente sus padres. Si los padres suelen reaccionar con mal humor ante situaciones difíciles, es probable que los hijos aprendan a responder de manera similar.
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-Mucha gente afirma: “Lo que pasa que el/ella nació malhumorado”, ¿cómo afecta este tipo de calificaciones?
Como decíamos, el niño nace con ciertos rasgos heredados. Y claro que esta forma de definir a las personas puede influir en la manera en la que esa persona se percibe a sí misma y cómo los demás lo tratan; por eso es muy importante que, en lugar de etiquetar, le ayudemos a reconocer esa emoción, validar y enseñar estrategias para regular sus emociones desde la infancia.
-A los niños, incluso bebés se los describe como “chinchudos”, “cara larga”, “con luna”, ¿es posible corregir este estado en ellos?
Es posible. Desde la psicología utilizamos ciertos métodos como ayudarle a adquirir técnicas para regular las emociones por medio del reconocimiento de sus emociones, la expresión y comunicación, la respiración profunda, ejercicios de relajación, el establecimiento de un tiempo de calma haciendo actividades que lo liberen de la tensión; el refuerzo positivo que consiste en dar un privilegio al niño cada vez que presente formas adaptativas de desenvolverse con el objetivo de motivarlo y que esto se repita, ayudándolo a mantener rutinas regulares de alimentación, sueño, estudio, ocio, etc. ofreciendo consuelo o cuidado ante señales de malestar y otras.
-Simplemente, ¿se puede amanecer “con pocas pulgas”?
Aparentemente sí, sin embargo, considero importante escarbar en diversos aspectos que puede estar generando este mal humor en la persona, usualmente lo hago en consultorio cuando alguien viene con estas emociones de irritabilidad, enojo, etc., y siempre aparece la razón.
A veces no se tienen en cuenta factores que desencadenan el mal humor como el hambre, el sueño, ciclos hormonales, el estrés o la fatiga, un estado emocional de ansiedad o tristeza que no ha sido reconocido ni aceptado por las personas, incluso los pensamientos que tenemos acerca de las situaciones, personas o aspectos de la vida generan estos malos humores.
-¿Es un trastorno el malhumor?, ¿hay gente que consulta por ello?
El mal humor en sí no es un trastorno mental, cualquier persona puede estar en un determinado momento de esta manera por una situación específica que le esté sucediendo en la vida, sin embargo, existen trastornos relacionados al humor que provocan síntomas como irritabilidad, ira, inestabilidad emocional, tristeza, frustración, cambios de humor frecuente, etc. como son los trastornos depresivos y el trastorno bipolar.
-Muchas veces el malhumorado/a goza al ser catalogado así, ¿qué ventaja o beneficio encuentra?
Puede llegar a suceder que el mal humor tenga algún aspecto funcional para algunas personas, por ejemplo, utilizarlo para llamar la atención o destacar en un grupo específico (ocurre popularmente en los jurados de shows televisivos de talentos, uno que tiene el humor más sarcástico, pedante, sin filtro es el que se destaca como personaje; es decir lo hace funcional al show y a su carrera).
También sucede en grupos adolescentes, donde algunos basan este mal humor en su identidad y autenticidad, lo que les hace diferente al resto y, a veces, hasta superior, Por otro lado, hay personas que lo utilizan como barrera para evitar mostrarse vulnerables y salir heridas o para cierto control ante las situaciones y hacer que las personas les teman.
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Adolescentes irascibles
“En la adolescencia suele ser distinto a la infancia, usualmente se presenta el mal humor, a raíz de cambios hormonales, el desafío a las normas o autoridad de sus padres, la resistencia a que sus padres le digan qué hacer o estén pendientes de sus cosas, la privacidad, la competencia académica, la presión de sus pares o de pertenecer a un grupo específico, la preocupación por su aspecto físico y su imagen, las relaciones amorosas y el estrés por las responsabilidades que antes eran netamente funciones de sus progenitores. Es importante entender que en esta etapa adolescente, el/la joven puede demostrar su mal humor en forma más abierta, directa, incluso utilizando palabras hirientes o siendo cortantes con sus familiares”, señala la profesional
Ancianos cascarrabias
En la vejez no siempre se disfruta de la sabiduría y la calma. Muchos que no sufren demencia senil, pero son intratables. “Ciertamente, lo ideal sería que los años trajeran sabiduría en las personas, por ende, mayor serenidad en sus vidas.
Pero no siempre se da, hay casos que provocan un humor negativo en las personas, incluso alguien con un trastorno narcisista, aunque pasen los años se sabe que este tipo de diagnóstico no tiene buen pronóstico y es crónico.
En otros casos puede deberse a amargura por frustraciones no resueltas en su vida, y en vez de pensar en encontrar serenidad, pueden llevarlo a pensar que ya es tarde, que su vida está prácticamente terminada sin haber podido cumplir con sus sueños o metas.
Además, podría ser consecuencia de la pérdida de seres queridos, la disminución de su salud, cambios en el estilo de vida, disminución de su rol social o en su influencia en la familia, la comunidad, que generan enojo y tristeza. Por último, también podría ser que solo ese día le haya pasado algo que generó ese humor.
Sugerencias para sonreír internamente
-Dormir lo suficiente, comer en forma equilibrada. Realizar ejercicios físicos que ayudan a liberar endorfinas.
-Practicar meditación y mindfulness ayuda a reducir el estrés. Practicar la gratitud, reconocer y enfocarse en lo positivo que tenemos y que surgen día a día.
-Aprender a ser asertivos, resolver problemas desde una actitud racional, honesta, abierta, cuidando las palabras que se utilizan.
-Evitar exponernos a noticias negativas; mejor cultivar mayor espacio para llenarnos de mensajes que nos sumen como libros, tevé. Buscar espacios de ocio con amigos, familiares, pareja, realizando actividades de entretenimiento y que nos motiven.
-Establecer metas realistas a nivel laboral, personal, familiar y ser constantes.
-Aprender a perdonarse a uno mismo y a los demás.
-Identificar nuestras emociones y encontrar soluciones para abordarlas. Y por supuesto, buscar ayuda profesional de un psicoterapeuta que nos ayude a encontrar herramientas que mejoren nuestra calidad de vida.
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El buen humor no se fuerza
“En la vida acelerada que llevamos hoy en día, es crucial no descuidarnos y, sobre todo, elegir con sabiduría el contenido con el que llenamos nuestras mentes. Optemos por aquello que nos enriquezca, nos motive a ser mejores personas y nos ayude a mantenernos contentos y racionales. Al elegir con cuidado, podemos influir positivamente en nuestro bienestar y en la visión que tenemos de nuestra vida.
Estar bien sin presiones ni simulaciones: “La idea no es forzar una actitud positiva ni tampoco hostigar a las personas a que sean positivos; más que hablar de psicología positiva, me gusta hablar de racionalidad. Esto siempre les digo a mis pacientes en consultorio.
Por ejemplo, no podemos a quien perdió su empleo, obligarle a ser positivo. Está bien que esa persona sienta que no es una situación agradable, cierto disgusto, lo negativo sería sentirlo como una catástrofe o pensar “soy un inútil”, “mi vida no tiene sentido”, etc.
Lo mejor es centrarnos en ser racionales, considero que este es el equilibrio. Si perdí mi empleo, me siento disgustada, va a ser una temporada de ajustarme el cinturón como muchas otras personas, pero, entonces preparo currículums, hablo con personas conocidas o contactos.
Puedo aprovechar para hacer algún emprendimiento. Sigo con mi rutina diaria de autocuidado. En algún momento, nuevamente estaré trabajando ya sea en algún lugar que me hayan contratado o por mi cuenta”
-¿Cómo convivir, tratar a los malhumorados y no contagiarse ni morir en el intento?
Es importante mantener la calma, respirar profundamente, mantener la distancia con esa persona, tratar de comprender lo que puede estar detrás del mal humor. Practicar la compasión hacia el otro, no tomar lo que dice o hace en forma personal.
Evitar la confrontación, intentar uno promover actitudes positivas y centrarnos en eso en lugar de quedarnos con los humores de esta persona, y si se puede, si es apropiado, ofrecer soluciones alternativas o intentar hablar en forma clara y respetuosa sobre lo que está ocasionando el mal humor de la persona.