Hablar y definir a la madurez emocional puede llevarnos al buen autoanálisis. La psicóloga Gabriela Casco nos ayuda a centrarnos en el tema: “Por lo general, se entiende por persona madura a aquella que es capaz de controlar sus emociones, especialmente las más básicas o infantiles como la rabia, frustración, egoísmo, envidia, venganza, así como también la euforia o la alegría desmedida”.
Agrega que además la madurez está en ser capaz de tomar decisiones por uno mismo y hacerse cargo de las consecuencias.
“Una persona madura no anda preguntando a todo el mundo qué hacer o no, una estrategia muy común para después echar culpas a los demás. Quien ha madurado puede desapegarse de cosas materiales y de afectos emocionales con relativa paz, pudiendo concebir y asumir los duelos y pérdidas de la vida como partes de la misma, aceptando lo que no se puede controlar”
-Si bien relacionamos a la madurez con los adultos, esta se inicia en lo físico, lo social desde que nacemos.
Sí, cada etapa de la infancia tiene su proceso y acompañamiento. El ser humano es una de esas especies que nace más prematura, el bebé necesita de los brazos de su madre para alcanzar el pecho, su alimento, sin embargo, cualquier otro mamífero gatea y pelea con sus hermanos para obtener espacio y alimento. Por tanto, la naturaleza misma del ser humano es ser dependiente de otro ser.
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-Además del alimento para crecer, nuestros padres nos transmiten sus amores y temores
Sí, por ejemplo, si en la infancia nuestra madre tuvo miedos o no nos dejó madurar o hacer las cosas por nosotros mismos, es probable que esa dependencia se vuelva perjudicial y constitutiva de la persona, repitiendo el patrón con los demás vínculos de su vida. Es importante que en la infancia podamos diferenciar cuáles son las cosas que ya podemos ir soltando y dejar que las hagan los hijos.
-Un niño maduro siempre aparenta tener más edad
También hay que saber que un niño muy resolutivo a una edad muy temprana, es signo de sobreadaptación, es decir tuvo que hacerse independiente o adulto muy rápido, lo cual también es algo que configura a la persona con una situación de desamparo temprano o inseguridades en el futuro.
-De pequeños y adolescentes, soñamos con ser grandes, ¿a qué edad se considera que uno es maduro en sus emociones?
Legal y socialmente a los 18 años ya somos mayores de edad. Pero emocionalmente maduramos a los 25 o 30 años hasta los 65. Por tanto, pensando que los hijos dependen de nosotros hasta pasados los 20 años, largo es el trayecto y acompañamiento. Y, si subestimamos estos números y esperamos demasiado de ellos o les dejamos con muchas responsabilidades, podemos frustrarnos o decepcionarnos.
-Hay personas adultas que parecen detenerse en el tiempo, ¿eligieron permanecer en una etapa juvenil o quedaron atrapados?
Las personas que se quedan en ciertas etapas suelen sentirse seguras a esos patrones de conducta. Por ej. un niño que ya aprendió a ir al baño solo, pero luego pasa por un susto o un trauma automáticamente el cuerpo vuelve a la etapa anterior como síntoma, pero, a la vez, como el “lugar seguro” donde depende nuevamente de los demás.
Así también, hay adultos que atraviesan situaciones difíciles o estresantes y acuden a satisfacciones orales como la comida, fumar, beber o cualquier ansiolítico que puedan utilizar para evitar la realidad.
Una persona madura puede superar problemas sin demasiados recursos perjudiciales o anestésicos, lo cual habla de que el nivel de frustración pudo establecerse gracias a que tuvo personas que lo contuvieron y que amortiguaron sus duelos y pérdidas de forma asertiva y amorosa, ya sea en la infancia y/o adolescencia.
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-¿Se maduran los sentimientos, las emociones de acuerdo a lo que vamos viviendo o, tarde o temprano, llegamos naturalmente?
“Ningún mar en calma hizo experto al marinero”, dice una frase, enseñando que siempre en las dificultades las personas han hecho y conseguido cosas que, desde su zona de confort, nunca lo hubieran pensado.
Por tanto, no son los años los que nos dan madurez, sino las cosas que somos capaces de superar y lograr. Así, un niño que tuvo que patear la calle con 15 años de edad, podría tener un mayor nivel de madurez que un empresario de 40 a quien nunca le faltó nada.
-Volvamos al papel de los padres y madres
Su papel en la vida de los hijos es trascendental; cuánto más conciencia tomen de su equilibrio emocional y se hagan cargo de sus propios traumas o carencias, menos repeticiones existirán en el libreto utilizado con los hijos.
Pero también consideremos que no existen garantías, hasta en una familia “perfecta” pueden surgir problemas de conducta o inmadurez en los hijos. El 90% de la personalidad es genética, por tanto, solo un 10% de lo que los padres hacen bien o mal influye en los hijos.
Así también dos hermanos, uno puede salir muy resolutivo y el otro más dependiente. Cada uno, al final, toma de forma diferente los limones que la vida le da, algunos hacen limonada y otros tienden a amargarse y amargar a los demás, muchas veces sin intención, pero con falta de criterio para salir de los problemas o pedir ayuda.
-Siempre se consideró que la mujer maduraba antes que el varón, no obstante, hoy muchas mujeres adultas rechazan comportamientos acordes a su edad.
El afán de ciertas personas de edad madura por mantenerse y actuar como si fueran más jóvenes se llama midorexia. Esto puede tener consecuencias negativas, pero también puede convertirse en una obsesión.
El riesgo más importante es confundir belleza con salud y las mujeres son el mercado más accesible y vulnerable para atacar con el miedo a envejecer.
Por suerte, existe todo un movimiento que llama a envejecer con dignidad, mediante el cual muchas mujeres famosas o exitosas se atreven a romper el esquema y los cánones de belleza que idiotizan e infantilizan a las mujeres de la dependencia del valor “belleza-juventud” para sentirse valoradas o amadas.
No es fácil salir de ese rol, pero cada vez más existe conciencia a la par de trastornos relacionados con la influencia de la imagen y las redes.
Ya hay niñas de 3 o 4 años que empiezan a hacerse tratamientos de belleza o skincare. Todo esto forma parte de una mercantilización de la imagen, de la cual hay que escapar ni bien se tome conciencia de ello, y deben ayudar a los hijos que sienten que el valor pasa por conseguir la imagen que ven en las pantallas.
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Rasgos que nos definen como personas maduras
“El rasgo principal con el que podemos definir que una persona da señales de madurez es el cambio. Las personas que se mantienen muy ancladas a ciertas maneras de vivir o que no se atreven a desdecirse/ contradecirse, que tienen miedo a ser juzgadas por cambiar, no han madurado”
“No existe mayor signo de inmadurez que el tener miedo al qué dirán. Se pueden cambiar paradigmas, prejuicios, ideales, partidos políticos, creencias, estilos de vida y gustos musicales, hacerse o borrarse un tatuaje, viajar a lugares impensados”
“Según la Teoría de los Septenios (del sistema de pensamiento antroposófico) las personas cambian por completo biológicamente cada 7 años, supongo que va acompañado de un cambio emocional y mental”
“Muchas personas consideran que la coherencia absoluta es señal de madurez, pero muchas veces esas coherencias nos obligan a permanecer en un rol o estilo de pensamiento obsoleto, lo cual también es señal de involución. Los grandes filósofos desde Platón a Nietzsche, psicoanalistas como Freud y Lacan tuvieron la oportunidad de desdecirse en muchas ocasiones. Reinventarse es la mejor señal de madurez”.
Hacia la maduración interna
“La madurez es ser capaz de ponerse en el lugar de los demás, comprender sus perspectivas y sentimientos, de comunicarse de manera efectiva y respetuosa. Es autocontrol, autosuficiencia, responsabilidad y empatía”
“Considerar que las personas muy conservadoras y serias son necesariamente maduras es incorrecto”
“Madurar implica ser libre de hacer lo que cada uno desea, sin perjudicar a nadie. Es una felicidad interna, pero a la vez compartida con los amigos, la familia. Es independencia de pensamiento y plena soberanía sobre nuestra vida”