La relación entre emociones y salud digestiva explicada en cinco claves

Si te sientes hinchado, sufres dolores de estómago, ardor u otra molestia gástrica, y has probado distintos tratamientos sin que ninguno consiga aliviar los síntomas, comenzar a ‘alimentarse desde la conciencia’ puede ayudarte a recuperar el equilibrio y el bienestar digestivo, según una experta en conducta alimentaria.

Mujer tomando consciencia del sabor de un producto dulce. Foto: Icons8 Team/Unsplash. Pablo Gutman
audima

La conexión entre las emociones y la salud digestiva a menudo no se tiene en cuenta, pero ambas mantienen una relación en ambas direcciones que hace que se influyan mutuamente, según la bioquímica y terapeuta Fani García.

Una vez comprendida la relación existente entre el funcionamiento de nuestro sistema digestivo y nuestros pensamientos y estados emocionales, podremos empezar a transformar nuestra salud física y mental, destaca García.

La ‘alimentación consciente’ es uno de los pilares del método terapéutico de Reprogramación Neurodigestiva diseñado por García para “salir del pozo” en el que pueden hundirnos el colon irritado, el reflujo, la gastritis crónica y otros trastornos.

“El sistema digestivo tiene un inmenso poder sobre nuestras emociones, algo que también funciona a la inversa”, señala Fani García, bioquímica, psiconeuroinmunóloga y psicoterapeuta especializada en patologías digestivas y trastornos de la conducta alimentaria (TCA).

Explica que algunos estudios recientes “nos hablan de cómo el miedo, la ansiedad o el estrés sostenido en el tiempo, tienen un impacto directo sobre nuestro aparato digestivo, más allá de que una comida nos siente mejor o peor”.

Esta especialista sabe bien de lo que habla, por que experimentó las consecuencias de tres patologías digestivas simultáneas mediante las cuales entendió como paciente y como profesional que “el cerebro tiene mucha relación con el estómago”.

Hombre disfrutando del aroma de un limón de cultivo orgánico. Foto:DC Studio/Freepik.

“Levantarme cada mañana era todo un esfuerzo. Todo lo que comía me sentaba mal, me generaba hinchazón, pesadez, cólicos y si tenía suerte podría sobrellevarlo sin acabar retorciéndome de dolor en el baño. El ritmo de vida y estrés que cargaba a mis espaldas eran insostenibles”, recuerda.

“Colon irritado, reflujo y gastritis crónica, le llamaban. Eran nombres que solo representaban que cada día iba a peor, a pesar de recorrerme numerosos nutricionistas, especialistas digestivos, dietas a montones, terapias…”, según puntualiza García en su página web digestiones emocionales.

Esa experiencia la condujo a crear un método y programa terapéutico para recuperar su salud digestiva y emocional denominado Reprogramación Neurodigestiva, al que define como “una escalera para salir del pozo” en el que ella se encontraba y que también ha ayudado a muchas persona a salir de esa oscuridad, según comenta.

Para esta especialista no solo nos nutrimos con los alimentos que hay en el plato, sino que en un sentido metafórico, nos nutrimos con todo lo que nos rodea en cada momento”, por ejemplo aquello que sentimos y lo que pensamos.

Por esa razón, hacernos conscientes de ese conjunto de factores mentales y emocionales, es un paso decisivo para empezar a transformar nuestra salud física y mental, según explica en su libro ‘Es tu tripa la que grita’.

La ‘alimentación consciente’ es una filosofía que nos invita a detenernos, a relajarnos y a disfrutar de lo que tenemos en el plato, y “su finalidad es que podamos relacionarnos con los alimentos a través de la consciencia plena”, según García.

Aunque pueda parecer un enfoque muy abstracto, poner en práctica los primeros pasos de esta filosofía puede ser “un buen inicio para recuperar la bonita relación que tenías con la comida, si sientes que te la han robado los problemas digestivos”, señala García, que recomienda aplicar las siguientes técnicas de alimentación consciente:.

Existe una relación entre la salud digestiva y las emociones. Foto: IMEO

Uno: Empieza desde la consciencia

“Antes de empezar a cocinar, dedica 5 minutos a pensar y tratar de encontrar el origen de cada ingrediente: si es un alimento de proximidad (producidos cerca de donde se consumen) u orgánico (sin productos químicos ni aditivos); cómo fue su recolección y su cultivo. Imagina también la forma en que lo vas a cocinar y el punto de cocción que quieres conseguir”, aconseja.

Dos: Come más despacio

Para ralentizar el proceso de la comida, García aconseja: “come utilizando tu mano no dominante (con la izquierda, si eres diestro; o la derecha si eres zurdo); mantén los bocados en tu boca durante 5 segundos (moviéndolos o saboreándolos) antes de masticarlos; y después mastica cada bocado entre 25 y 30 veces (contándolas mentalmente).

“Tu mente te dirá que estás comiendo lentísimo, pero solo podrás sacar conclusiones constructivas si la vences y llevas el ejercicio hasta el final”, recalca.

Tres: Deja la tecnología de lado

“Olvídate del teléfono móvil, la televisión o cualquier otro aparato electrónico que pueda distraerte, ya que si efectúas otra actividad mientras comes, acabarás ingiriendo más cantidad de alimentos que si pones tu atención plena en el plato”, señala.

Comensal y mesa con platos saludables, vistos desde arriba. Foto: Anna Tukhfatullina/Pexels.

Cuatro: No tienes que acabarte todo el plato

García recomienda hacer tres pausas mientras se come: “la primera cuando te sientes a la mesa, aprovechándola para valorar tu nivel hambre de 0 a 10; después de comer la mitad del plato, haz una segunda pausa y vuelve a efectuar la valoración, teniendo en cuenta tu nivel de saciedad”, explica.

“Al terminar de comer, vuelve a valorar si te sientes saciad@ o te has excedido en la cantidad de comida ingerida, tomando nota de ese resultado para autoregularte las próximas veces”, señala García, añadiendo que si sobra comida, puede guardarse en un recipiente, para consumirla en la cena o al día siguiente.

Cinco: Procura ser el último en terminar

En las comidas familiares, con amigos o de trabajo, es más complicado comer de forma pausada, al prestarle más atención a la compañía que a lo que se come, según García.

Para remediar esta situación, esta especialista propone fijarse en los comensales, identificar al que come más despacio, intentar llevar su ritmo y ser la última persona en terminar de comer.

“Con estos sencillos hábitos puede comenzar a transformar la forma en que te relacionas con la comida y convertir ese momento en un espacio de autocuidado, mimo y placer, dentro de tus posibilidades y contexto”, asegura.

“Aplicar la ‘alimentación consciente’ no debe añadir más estrés a nuestro día a día. Empezar poco a poco y de forma progresiva puede ayudar en el proceso. Centrarnos en el acto de comer y dejar lo demás a un lado, puede ser un buen punto de partida”, concluye Fani García.

Por: Pablo Gutman para EFE Reportajes

Lo
más leído
del día