“El estrés libera la hormona cortisol y comer en ese momento realmente hace sentir mejor, al menos por un tiempo. La comida, puede brindarnos el mismo tipo de recompensa y placer que incluso las drogas además de generar distracción ante el estado de estrés. Pero comer para calmar el estrés (en lugar del hambre) no es una estrategia ganadora. Ya sea que exista un trastorno de ansiedad o a enfrentarse a un estrés continuo en el día a día, explica Carolina Sosky, nutricionista especializada en diversas áreas como en trastornos de la alimentación, inmunonutrición, nutrición deportiva, nutrigenética y nutrición infantil.
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“Recurrir a la comida en estado de estrés o ansiedad, recurrir a un snack o dulce para afrontar el estrés o desterrar la ansiedad es una práctica relativamente común. De vez en cuando, una galletita o una torta para reconfortarnos no es grave, pero recurrir cada vez más a la comida para lidiar con pensamientos y emociones negativos, podría convertirse en un problema”, manifiesta Carolina Sosky, nutricionista especializada en diversas áreas como en trastornos de la alimentación.
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Además, recalca que: “Comer por ansiedad generalmente no tiene nada que ver con el hambre física, sino con suprimir o aliviar emociones desagradables o lidiar con situaciones incómodas. Sin embargo, el alivio que se obtiene al comer en respuesta a una necesidad emocional suele ser temporal”.