La sociedad tal y como está estructurada asigna a la vejez un lugar patologizado, en la cual mujeres envejecientes, solo pueden ocupar el lugar del cuerpo que sufre, un espacio medicalizado por lo tanto discapacitado y dependiente.
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“Practicar el autocuidado en la tercera edad lleva adquirir mayor autonomía, evita los sentimientos que ocasionan frustración, como el aumento de la dependencia de otros, sentimientos de inutilidad o tristeza por la pérdida de control sobre la propia vida”, señala la psicóloga clínica Angélica Roa.
Como dice Marcela Lagarde, la mujer es un ser “de y para el otro, construye su subjetividad en y a través de otros”, la pareja, los hijos, por eso esa entrega absoluta a la maternidad. El problema es que cuando se separan, además de la pareja o del otro, pierden esa parte de su propio ser que solo tenía sentido a través del otro.
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“El proceso de construcción de la autonomía conlleva un primer momento de reconocimiento de sí mismo, habilidades, destrezas, debilidades. Pasa por la aceptación, comprender la situación y evaluar las capacidades. El respeto hacia una misma, vivir sin culpas, y por último la superación, confiar en lo posible”, punutaliza la psicóloga clínica Angélica Roa.
Autonomía como forma de vida
“Las personas que adoptan la autonomía como una forma de vida adquieren mejores niveles conciencia, autoestima y un mejor manejo de la soledad. Considerando que la vejez está asociada a la soledad, los grupos de autocuidado son centrales en la construcción de vínculos saludables donde se aprende a vencer el miedo a la soledad”, agrega Roa.
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Gabriela Cerruti en su libro “La Revolución de las Viejas”, nos interpela ante esta necesidad de entender “cómo vivir a pleno esta larga etapa, cómo disfrutar de ese gran logro de la sociedad moderna que es la longevidad, cómo adueñarse de la soledad elegida o no”.
“A partir de esta reflexión deberíamos replantear esta etapa de la vida, rechazando la denominación “edadista” de adulto mayor o el de la tercera edad. Las mujeres que conquistan su autonomía desean envejecer en sociedad y son mujeres envejecientes”, señala Angélica que lleva adelante un servicio de salud mental para las mujeres denominado “Por mi misma”.
Además, señala que “el envejecimiento sin duda se vive y experimenta desde la subjetividad, pero esta vivencia tiene un impacto en la colectividad de mujeres. Al cumplir nuestro rol asignado “ser para los demás” la felicidad de los hijos y la familia, priorizando siempre el bienestar de los otros. El espacio propicio para re significar esta etapa de la vida es el espacio con otras mujeres, reconociendo que, es en el encuentro con las demás donde se comparte y aprende, en un lugar de confianza y apoyo.