“Muchas personas no comen en función a sus necesidades nutricionales, sino que es el paladar el que les motiva a ingerir alimentos sin control. Esto puede parecer un acto cotidiano, pero puede ser muy perjudicial para la salud si se abusa de comidas con un bajo valor nutricional y un alto contenido en sustancias perjudiciales para el organismo”, explica Gianette Trotte, nutricionista y estudiante de psicología del cuarto año en la Universidad Católica (UC).
La nutricionista explica que abusar del acto placentero de comer, no solamente puede hacer que nos sintamos más cansados y busquemos más comida constantemente, sino que puede provocar serios problemas de salud. “Comer con el paladar es una conducta que tiene que ver con el placer”.
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En muchas ocasiones las personas conocen muy bien la pedagogía de la alimentación, recuerda la profesional, pero el problema es que no se adhieren a un plan dietético por muchos motivos: falta de motivación, objetivos poco realistas, creencias de autoeficacia negativas, exposición a estímulos interferentes y, sobre todo, un estado anímico bajo.
“La relación emociones-nutrición es clara, ya que en momentos de inestabilidad emocional somos más propensos a consumir alimentos grasos. Esto no es positivo para el control de peso y provoca un exceso de grasa en la dieta. Cuando usamos la dieta para calmar nuestro estado emocional, a esto se le llama alimentación emocional”, refiere Gianette.
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Si bien existen distintos tipos de hambre, cuando nos referimos al inicio de búsqueda de alimento podemos hablar de dos tipos:
Hambre fisiológico: cuando la búsqueda apunta a cubrir necesidades energéticas del organismo.
Hambre emocional: el inicio de búsqueda de alimento está originado puramente a partir de un estado emocional.
“Hay que ir tratando de entender el comportamiento humano y saber que cuando estamos ansiosos o tenemos problemas emocionales, muchos individuos responden con grandes ingestas de comida. Además, el estrés también causa problemas anímicos que influyen en la ingesta alimentaria.”
“La razón por la que los individuos con problemas emocionales suelen ir en busca de comida para sentirse mejor y calmar su estado anímico, es debido a que muchos alimentos incluyen triptófano, un aminoácido que provoca la liberación de serotonina (los niveles bajos de serotonina se asocian a la depresión, angustia, tristeza o irritabilidad). Por lo tanto, los alimentos ricos en aminoácidos actúan como antidepresivos naturales”, señala la nutricionista.
Alimentos como:
Pavo, pollo, leche, queso, pescado, huevos, tofu, soja, nueces, chocolate, semillas de chía.
¿Qué alimentos preferimos para calmar nuestras emociones?
Principalmente buscamos la combinación de hidrato de carbono y grasa. También está el estímulo de los alimentos que son muy salados o muy dulces, como los caramelos o las gomitas que no tienen grasa, pero por sus características sí pueden convertirse en alimentos que usamos en situaciones de hambre emocional.
Otros factores que afectan a nuestra alimentación:
No olvidemos que en la alimentación se encuentran otros factores relacionados además del factor emocional, como son los factores externos:
- Tiempo disponible para comer: tener que comer deprisa por el trabajo o porque tengamos algún compromiso.
- Estímulos interferentes: comer delante de la televisión, con música, el tipo de música, comer solo o acompañado.
- Lugares: comer en casa, en el trabajo, en restaurantes, transportes públicos.
“Seguramente se nos ocurran más estímulos que puedan interferir en nuestra forma de alimentarnos. Muchas veces es difícil controlar dichos estímulos, pero siendo consciente de ellos podemos ser capaces de mejorar la forma en la que comemos” dice Trotte.
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Recomendaciones para enfrentar el hambre emocional
- En primer lugar identificar emociones para entender qué le está pasando a mi cuerpo o qué me está pidiendo mi cerebro, por qué estoy buscando comida. ¿Es un hambre real o emocional?
- Si identifico que es un hambre emocional tengo que entender que voy a tener que trabajar en mis emociones. Puede ser que lo que necesite sean actividades de descarga y debo entonces potenciar hobbies, actividades extra, realizar actividad física o tener fuentes de relajación que me permitan controlar los niveles de ansiedad, preocupación, excitación.
- Generar una pausa entre que percibo el hambre emocional y lo llevo a la acción. Si podemos retrasar ese momento en que sentimos el impulso de ir a comer y que efectivamente lo llevamos a cabo, tenemos más posibilidades de poder manejarlo. Entonces, ¿cómo genero ese tiempo?
- Tomar un vaso de agua (que también libera sustancias que nos generan placer y nos relaja).
- Lavarse los dientes.
- Hacer alguna actividad que nos distraiga.
“Cabe destacar también que si llevamos una alimentación ordenada y limitamos los períodos de hambre fisiológico nos será más fácil controlar el hambre emocional y lo que nos está pasando emocionalmente. No debemos olvidar que no hay alimentos prohibidos, sino que hay formas de comer que son perjudiciales para la salud”, concluye Gianette Trotte, nutricionista y estudiante de psicología.