La feminista mexicana Marcela Lagarde había manifestado ya hace unos años que “estamos trabajando en lograr que las mujeres mayores se incomoden con los estereotipos, desafíen los mandatos y puedan relacionarse con los jóvenes que luchan por cambiar el orden que consolida las desigualdades de género”.
Angélica Roa, psicóloga feminista nos dice que “la sociedad tal y como está estructurada asigna a la vejez un lugar patologizado, en la cual mujeres envejecientes, solo pueden ocupar el lugar del cuerpo que sufre, un espacio medicalizado por lo tanto discapacitado y dependiente.
Cada vez se hace más necesaria la reflexión sobre el autocuidado de las mujeres para adquirir autonomía y transitar esta etapa con tranquilidad y bienestar”.
Entonces, Angélica dice que al cumplir nuestro rol asignado “ser para los demás”, construimos una identidad de mujer sacrificada en la cual toda la energía está destinada a construir y mantener la felicidad de los hijos y la familia, priorizando siempre el bienestar de los otros.
Las señales que el cuerpo envía no solo son de desgaste físico y emocional, en una cultura donde la belleza es sinónimo de juventud, el aspecto físico está sobrevalorado. Los signos físicos del envejecer significan una pérdida, a lo cual a las mujeres les resulta difícil oponerse y resistir.
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“El espacio propicio para resignificar esta etapa de la vida es el espacio con otras mujeres, reconociendo que, es en el encuentro con las demás que comparto y aprendo, en un lugar de confianza y apoyo”, refiere .
“El envejecimiento sin duda se vive y experimenta desde la subjetividad, pero esta vivencia tiene un impacto en la colectividad de mujeres. Practicar el autocuidado en la tercera edad lleva adquirir mayor autonomía, evita los sentimientos que ocasionan frustración, como el aumento de la dependencia de otros, sentimientos de inutilidad o tristeza por la pérdida de control sobre la propia vida”, agrega.
Como dice Marcela Lagarde, la mujer es un ser “de y para el otro”, construye su subjetividad “en y a través de otros”, la pareja, los hijos, por eso esa entrega absoluta a la maternidad. El problema es que cuando se separan, además de la pareja o del otro, pierden esa parte de su propio ser que solo tenía sentido a través del otro.
“El proceso de construcción de la autonomía conlleva un primer momento de reconocimiento de sí mismo, habilidades, destrezas, debilidades. Pasa por la aceptación, comprender la situación y evaluar las capacidades. El respeto hacia una misma, vivir sin culpas, y por último la superación, confiar en lo posible” señala Angélica y rescata también palabras de la argentina política y feminista Gabriela Cerruti en su libro “La Revolución de las Viejas” nos interpela ante esta necesidad de entender “cómo vivir a pleno esta larga etapa, cómo disfrutar de ese gran logro de la sociedad moderna que es la longevidad, cómo adueñarse de la soledad elegida o no”.
“Las personas que adoptan la autonomía como una forma de vida adquieren mejores niveles de conciencia, autoestima y un mejor manejo de la soledad. Considerando que la vejez está asociada a la soledad, los grupos de autocuidado son centrales en la construcción de vínculos saludables donde se aprende a vencer el miedo a la soledad”, refiere Angélica e invita a las mujeres a sumarse a los talleres de autocuidado.
Más informaciones en (0986) 248-055, (0994) 443-148 y (0982) 285-134.