El apego a lo material puede volverse un problema serio cuando se dificulta para la persona deshacerse de lo que ya no sirve, con la excusa de que se puede reparar, reutilizar, o que todavía sirve, podemos acumular objetos inservibles que sin darnos cuenta pasan a conformar lo que conocemos en nuestro país como “cachivache”
La acumulación compulsiva es un trastorno en donde la persona tiene la necesidad de aferrarse a sus pertenencias, percibe que debe guardarlas de manera imperativa y pensar en la idea de tirar el objeto puede generarle angustia. No importa si el objeto tiene un valor real como una reliquia o una pieza de colección, o si simplemente se trata de una caja de cartón o la tapa de una licuadora.
No estamos hablando de coleccionistas que se enfocan en un tipo particular de colección, que lo hacen con un sistema ordenado y metódico, éstos generalmente son celosos de lo que guardan y son bastante cuidadosos con sus artículos. Sin embargo, se puede empezar con la excusa de una colección y poco a poco incorporar objetos que ya nada tienen que ver con la idea original hasta tener un montón de cosas sin sentido que lo único que parecen es una montaña de basura.
Las personas que sufren de ésta condición psicológica, pueden racionalizar y justificar lo que hacen diciendo que guardan todo para un fin, se aferran a la idea de estar en lo correcto y se ofenden con la sugerencia de hacer una limpieza a fondo.
El apego a lo material se puede iniciar guardando pequeños recuerdos con fondo emocional: el boleto de la primera vez que fuimos al cine, la carta de algún enamorado, los cuadernos escolares, prendas de vestir, calzados, etc.
La acumulación no se limita a los artículos inanimados y puede trasladarse a la acumulación de mascotas de todo tipo, se minimiza la responsabilidad porque se refuerza la idea de estar realizando un bien mayor al dar alojamiento a animales sin hogar y el desapego es más complicado porque el vínculo sentimental es más fuerte. La persona concentra su vida y actividad en el cuidado de sus refugiados, pero muchas veces a costa de hacerles pasar hambre y en condiciones de salud poco favorables.
Un problema real existe cuando todo lo acumulado afecta a nuestra vida diaria, se produce aislamiento social, se genera la necesidad de guardar más y más cosas, y cuando las condiciones sanitarias se ven afectadas como por ejemplo la presencia de roedores, moscas o insectos por toda la casa.
Algunas de las señales más comunes para identificar a un acumulador compulsivo son: la incapacidad para deshacerse de objetos que no son útiles, la acumulación afecta a la convivencia social, temor a que las personas tomen sus pertenencias, dificultad para establecer nuevas relaciones, niegan que exista un problema, rechazan cualquier ayuda o propuesta de limpieza.
La terapia cognitivo conductual es la que obtiene mejores resultados para el tratamiento de éste problema. Se trabaja para cambiar los hábitos y costumbres del afectado, y mediante tareas diarias y registros de actividades se puede llegar a mejorar considerablemente. La tarea de reestructurar los pensamientos y creencias del acumulador no es tarea fácil, y algunos pueden volver a tener recaídas si no se establece un plan para evitar acumulaciones futuras.
Todos podemos tener cierta tendencia acumuladora y no estaría mal realizar un autoanálisis de lo que vamos guardando y preguntarse: ¿Son realmente útiles? ¿Son objetos únicos o necesarios? ¿Me molesta que otras personas quieran deshacerse de lo que guardo? ¿Tiene reparación?
Una técnica sencilla que podemos aplicar en el momento de realizar la limpieza del hogar es apartar lo que tenemos en bloques para: vender, regalar, donar, tirar y mantener… si el montón de “mantener” es mucho más grande a los demás es probable que estemos a un paso de convertirnos en acumuladores compulsivos.