El Ministerio de Salud Pública, como cabeza de la acción gubernamental interinstitucional, realiza su trabajo con dedicación y capacidad, aunque con las limitaciones propias de un país pobre como el nuestro. El Poder Ejecutivo dio un paso correcto al disponer la reducción de todos los altos salarios de funcionarios públicos, eliminación de gastos superfluos y de planilleros en la función.
Parte de la ciudadanía, integrada por gente común y corriente, también está haciendo un esfuerzo solidario relevante, mediante contribuciones voluntarias para proporcionar comida a gente necesitada, aportar insumos a los centros sanitarios y respetar la cuarentena quedándose en casa. Sí, también hay muchas personas que parecen estar de vacaciones, vagando por ahí, pero constituyen una minoría.
Dejando de lado el aspecto estrictamente sanitario, convendría no olvidar que también estamos en una emergencia económica en la cual la cooperación entre el Estado y el sector privado es fundamental. No olvidemos que el Gobierno se sostiene a través de los aranceles aduaneros y los impuestos que paga el sector privado; son las empresas y los ciudadanos consumidores los que sostienen al Estado y no al revés.
La emergencia sanitaria ha obligado a cerrar temporalmente miles de empresas en todo el país y ha reducido drásticamente la actividad laboral, tanto de quienes tienen un salario fijo como de los trabajadores informales y operarios a destajo. En consecuencia, existe una crisis económica que está afectando muy negativamente a miles de familias. Los fondos de Hacienda no son inagotables, pues se alimentan de las recaudaciones impositivas. La asistencia estatal, sea en alimentos o en efectivo, a los sectores sociales carenciados va a terminar más temprano que tarde.
Es momento de instalar una mesa de emergencia en el área económica. Los comercios, empresas de servicios, industrias, emprendimientos agrícolas y ganaderos son motores que mantienen e impulsan la economía. Los funcionarios estatales, empresarios y trabajadores deben compartir una mesa de diálogo para consensuar métodos de subsistencia en tiempos tan difíciles. Esta maldita pandemia solo puede ser combatida con el esfuerzo conjunto de todos, sin abstenciones egoístas y estúpidas porque, como dijo hace poco Francisco, todos estamos en un solo barco en medio de una tormenta. O nos salvamos como hermanos o nos hundimos como enemigos.