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La mujer alegó que actuó en legítima defensa, pues es madre soltera y en la ocasión se encontraba con sus hijas mellizas de 11 años y su anciana madre.
“Él siempre viene a robarme, ya entró varias veces y yo no tengo quién me defienda, yo soy madre soltera y vivo con mi mamá, que es anciana”, explicó.
El chico sufrió graves quemaduras en el rostro, brazos, piernas y espalda. Fuentes policiales indicaron que perdió un ojo y su pronóstico es reservado.
Este es el trágico desen- lace de una situación insostenible que afecta a distintos barrios de Asunción.
Presas de la adicción, los chicos empiezan a robar para poder comprar nuevas dosis de droga. Primero lo hacen en sus casas y una vez agotados los recursos de sus familiares, salen a las calles.
Tanto los juzgados como las comisarías de diferentes barrios reciben a menudo pedidos de intervención no solamente de las ocasionales víctimas de los robos, sino hasta de sus propios familiares, en su desesperación ante la imposibilidad de retener al joven adicto.
El Estado carece de infraestructura necesaria para hacer frente a la demanda existente. El único lugar de desintoxicación gratuito es el Centro Nacional de Control de Adicciones, que tiene 20 plazas para niños y adolescentes y otras 20 para adultos de todo el país.
Paralelamente, existen varios espacios comunitarios creados por iniciativa privada, por lo general de entidades religiosas, pero con un costo elevado, que puede llegar hasta a G. 7 millones por mes.
Solamente el año pasado, la Defensoría Pública asistió a 1.730 personas por delitos derivados del tráfico de drogas. (Otros aspectos de esta problemática, en el Semanario Judicial de hoy).