El patio de la casa de mi infancia era unos oasis verdes, con árboles frutales de distintas especies, tan desordenados como armoniosamente dispersos en el terreno.
Y éste era el último predio con vivienda en la hoy eminentemente comercial Avenida Eusebio Ayala de Asunción, próximamente con metrobus y todo.
Los pájaros lo visitaban día a día en búsqueda de alimentos, semillas y restos de comida y se encargaban hasta de dejar los huesos pelados y brillantes, todo a cambio de bellos trinos y piruetas en el aire.
Sus deposiciones abonaban la tierra en pago de tantos alimentos.
La naturaleza es francamente poderosa, capaz de reciclar todo lo que produce, de procesar todos sus residuos. En el otoño las hojas de los árboles van cayendo iniciando una acción transformadora de la tierra que la acoge constituyendo juntos, cuna de nuevas especies vegetales.
El hombre y la mujer están insertos en ella y hasta forman parte de ella, dotados del libre (o libertino) albedrío y poder dominador. ¡Vaya! Pareciera que el Creador se equivocó en este punto. El hombre y su socia la mujer, se convirtieron enemigos del ecosistema a juzgar por las agresiones a las cuales la sometió….
Inventó la bolsita de plástico que torna insostenible lo sostenible, cubre gran parte de la superficie y se enseñorea convirtiendo la otrora necesaria y constante metamorfosis en una disolución casi imposible.
Comunidad ecológica es el conjunto de fauna y flora que conviven armónicamente. Es sustentable cuando existe un equilibrio, una proporcionalidad favorable para germinar nueva vegetación y sanos retoños del mundo animal.
Cuando algunos de sus miembros degeneran multiplicándose extraordinariamente se tornan en destructores y depredadores, consumiendomás de lo que la propia naturaleza le ofrece.
Así las langostas arrasaron numerosas plantaciones originando históricamente una de las 7 plagas de Egipto, produciendo hambre y desnutrición.
Hominis engordó, exterminó a las langostas, los grillos, las cigarras, los dinosaurios y los mastodontes, mosquitos , abejas, eré eré- a , destruyó cuanta cadena alimenticia se le cruzó en frente y convirtió su comida en ensaladas de hambrudonals, patas fritas y colas cocas, los yesyés y los nonós, en sendas botellas y envases dejando residuos ingüeroviables.
Y no aprendió a comer plásticos, latas y papeles.
(PD.: Mi casa se demolió, cosas del progreso urbano)