El beduino Salmman Abu Saksokah, de 55 años, recuerda los tiempos en que las familias, a menudo muy ramificadas, vivían en las cuevas de la antigua ciudad rupestre de Petra, en el sudoeste de Jordania.
“Ante todo, una cosa es segura: la vida era más feliz”, dice convencido.
Según Saksokah, todo era menos espectacular y más sencillo. No había electricidad, pero sí agua fresca, que ellos hacían llegar a Petra desde los manantiales de los alrededores. Vivían como sus antepasados, de la tierra, pero también un poco de los turistas.
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En la actualidad, Petra es el destino turístico más visitado del país, que tiene mucho más que ofrecer que una tierra árida con vestigios antiguos.
Tras los pasos de Moisés y más de 2000 años de antiguedad
Cuando el flujo de visitantes comenzó a desbordarse en la segunda mitad del siglo pasado y la capital del antiguo Reino Nabateo, de más de 2.000 años de antigüedad, se llenó de gente, el Gobierno jordano reubicó a los beduinos. “Fue un gran cambio”, comenta Salmman.
Los nabateos eran comerciantes árabes que controlaban las rutas de las caravanas hacia el norte. Pero su imperio decayó, y con él, la ciudad del desierto.
Petra siguió siendo una especie de mito durante muchos siglos. Nadie parecía saber exactamente dónde quedaba, hasta que el suizo Jean Louis Burkhardt llegó a Jordania y se hizo amigo de los beduinos. Ellos sí lo sabían y así fue redescubierta la ciudad arqueológica en el desierto.
Actualmente, unos 200 años después, los beduinos venden bisutería y recuerdos en la ciudad rupestre. Además, alaban el lápiz kohl árabe, que no solo acentúa los ojos, sino que también se supone que los protege del sol, la arena y el polvo.
Tras los pasos de Moisés, los beduinos
Uno de los vendedores es Amir, un sobrino de Salman. “A veces paso aquí la noche”, dice el joven, de 22 años. Cuenta que cuando los turistas se van, el silencio, la inmensidad y la ciudad vuelve a pertenecer por completo a los beduinos.
Los beduinos viven en todo el Reino de Jordania. Algunos, en su forma más tradicional, como gente del desierto, y otros, en una versión más moderna con su “camello motorizado” en forma de vehículo todoterreno, y que solo duermen bajo el cielo abierto algunos días.
Quien quiera experimentar lo que es vivir como un beduino en el desierto puede alquilar una habitación en un campamento de los alrededores del desierto de Wadi Rum, uno de los paisajes más famosos de Jordania.
Al igual que lo hizo alguna vez Lawrence de Arabia, en medio del imponente desierto de arena roja y rocas escarpadas.
A lomo de un camello
Durante el día, los huéspedes exploran el desierto en un jeep abierto o a lomo de un camello. De noche, los beduinos explican el impresionante cielo estrellado en la oscuridad absoluta de esta zona protegida de 740 kilómetros cuadrados.
Wadi Rum fue declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2011. Mientras que Petra figura en la lista de Patrimonio Mundial desde 1985.
Viniendo del desierto, la llegada a Aqaba, a orillas del mar Rojo, impresiona. Parece otro mundo. Es más caluroso y húmedo, y los complejos hoteleros de las grandes cadenas internacionales dominan la escena.
Yazan Alsaed posee tres barcos con los que lleva a los turistas al golfo de Aqaba a bucear en el arrecife de coral. Cuenta de los tiempos en los que todo era mucho más tranquilo en la ciudad costera, que es también el único acceso de Jordania al mar Rojo.
Los comerciantes ofrecen té, especias y frutos secos
“Desde hace unas décadas, se sumaron muchos complejos hoteleros y el número de habitantes aumentó considerablemente”, señala.
Sin embargo, cuando los visitantes pasean por las calles y acaban en el bazar, se hace visible una parte auténtica de Jordania: comerciantes que ofrecen té, especias, frutos secos, ropa, utensilios de cocina y animales.
Uno de los puntos culminantes del viaje a Jordania se encuentra en la orilla oriental del mar Muerto, a 420 metros por debajo del nivel del mar. El punto más bajo de la superficie terrestre es un destino popular de excursiones.
El mar Muerto es un lago alimentado por el río Jordán. El agua tiene un 32 por ciento de contenido en sal, lo que hace que sea imposible nadar y sumergirse, pero sí flotar boca arriba. En comparación, el mar Mediterráneo tiene un 3 por ciento de sal.
Dios condujo a Moisés
Hay otros lugares únicos en Jordania, como por ejemplo el monte Nebo, en el oeste. Según la Biblia, Dios condujo a Moisés a la cima, desde donde vio la Tierra Prometida, tras pasar 40 años en el desierto.
Desde esta montaña de 808 metros de altura, Moisés veía el valle del Jordán, el mar Muerto y Palestina, al igual que los turistas hoy en día. En un día claro, incluso se puede ver Jerusalén.
Una iglesia recuerda al profeta. Está incluida en el paseo turístico y es considerada una de las iglesias más antiguas del mundo.
La mayor parte de la antigua ciudad de Gerasa, a unos 40 kilómetros al norte de Ammán, se encuentra en ruinas, pero sin embargo teniendo en cuenta su antigüedad está bien conservada.
El Arco de Adriano
Entre los monumentos arquitectónicos, algunos de los cuales datan de los siglos I y II d.C., se destaca el Arco de Adriano, construido como arco de triunfo en honor a una visita del emperador romano Adriano.
El complejo, con su hipódromo y sus templos, está muy bien conservado. Fue redescubierto en 1806 por el arqueólogo alemán Ulrich Jasper Seetzen.
Por su parte, la ciudad rupestre de Petra aún puede deparar muchas sorpresas. Algunos de los tesoros se descubrieron aquí de forma bastante accidental a causa de los terremotos y fenómenos climáticos.
Los investigadores suponen que solo se ha excavado un 20 por ciento de la antigua ciudad.
Al comerciante beduino Salmman Abu Saksokah no lo convence la idea de que nuevos descubrimientos atraigan a un mayor número de turistas.
“Crecerían los ingresos de las familias y con ellos cierta seguridad. Pero habremos perdido nuestra felicidad”.
Datos para viajeros
Jordania está situada en Oriente Próximo, al norte de Arabia Saudí y Egipto. Su vecino directo es Israel, con quien el reino comparte el mar Muerto.
Alojamiento: Hay una amplia oferta hotelera en las ciudades de Ammán, Aqaba y en el mar Muerto, desde alojamientos básicos hasta complejos hoteleros de lujo con playas privadas.