Navegar entre delfines en el Mar Rojo, saborear el café con jengibre típico en una tienda de los nómadas ababda, observar bandadas de cigüeñas descansar en un embalse en el desierto del Sinaí o contemplar un atardecer sobre el Nilo en un típico velero nubio.
Estas son algunas de las experiencias que quiere promover el Ministerio de Medio Ambiente como parte de la campaña Eco Egypt que acaba de lanzar para, en colaboración con la cartera de Turismo, diversificar la oferta turística del país y contribuir al mismo tiempo a la preservación de su biodiversidad.
“Abrirnos al ecoturismo significa preparar el camino para que cuando se reactive el turismo en abril, como indican los estudios, haya más opciones en nuestro país, además de lo que supone para la conservación de la naturaleza”, señaló a Efe la titular de esa cartera, Yasmine Fouad.
Desplome del turismo
Egipto registró el año pasado 13 millones de turistas y en los dos primeros meses de 2020 sumaba ya 2,3 millones, pero de repente todo se paró.
Tras más de tres meses de parón por la pandemia, comenzó a abrir sus destinos turísticos a partir de julio, pero desde entonces apenas ha recibido a algo más de 250.000 visitantes, la inmensa mayoría en sus destinos turísticos del Mar Rojo, que cuentan con playas y arrecifes de coral como principal atractivo.
Ahora quiere seguir explotando la riqueza natural de algunos de sus 30 parques nacionales para atraer más turistas.
Además, indicó Fouad, “hay áreas protegidas que conectan los recursos naturales con las comunidades locales y el aspecto cultural de esas comunidades”.
La ministra puso como ejemplos de actividades ecoturísticas la observación de estrellas o el avistamiento de aves, en un país por donde pasan cada año un millón de estos animales en sus migraciones de ida y vuelta, aseguró.
Implicación de las comunidades locales
En algunas de estas áreas protegidas ya han puesto en marcha experiencias exitosas de ecoturismo, como el de Wade el Gamal, en el sur del país.
En este parque natural de 7.450 kilómetros cuadrados donde se combina una exuberante fauna marina con delfines, corales, dugones o tortugas, un denso manglar, el desierto y las ruinas de un asentamiento minero romano, la comunidad ababda se ha implicado en la actividad turística.
“Antes el turista solo venía para divertirse en el mar o en el desierto, no conocía nada sobre la cultura local”, dice Ayrian Qarabawy, un guarda de la reserva de esa etnia.
Ahora, los propios ababda se encargan, explica, de llevar a los visitantes a los arrecifes coralinos, a la búsqueda de delfines y también les enseñan sobre sus costumbres: les llevan al desierto y les muestran cómo guiarse en el mismo por las constelaciones, a seguir huellas de animales o los usos tradicionales de los 114 tipos de plantas de la zona.
La experiencia de áreas como Wadi al Gamal es puesta como ejemplo de la implementación del ecoturismo que pretende impulsar el Ministerio de Medio Ambiente en colaboración con el de Turismo y Antigüedades, ya que, asegura, contribuyó a aumentar los ingresos de las comunidades locales entre un 126 y un 460 %.
Para Ahmed Yehia, fundador de Eco Nubia, un ecohotel en Asuán (sur) hecho con materiales naturales y gestionado por la comunidad nubia, la campaña supone un impulso importante para este tipo de turismo sostenible.
“En el turismo tradicional, los comunidades locales han estado un poco al margen, pero ahora la práctica del ecoturismo puede hacer de ellos el centro de la propia actividad”, auguró.
“Ecoturismo es no solo promover la naturaleza sino también las comunidades locales. Y la comunidad local viene con cultura y con patrimonio”, defendió.