Antes de la premiere, Von Furstenberg (Bruselas, 1946) convocó a un grupo de periodistas en su despacho, un espacio diáfano decorado con gusto y colmado de fotografías y obras de arte en la sede de su empresa, que ocupa un edificio en el distrito de Meatpacking donde destaca su tienda de ropa.
La modista, apodada DVF, y que lucía la edición especial por los 50 años de su icónico vestido cruzado, con el estampado de un crucigrama en blanco y negro, adoptó cómodamente un papel de mentora ante su público eminentemente femenino y acabó dando una clase magistral desde su enorme escritorio.
“La lección que les puedo dar a todas, porque son muy jóvenes y yo más mayor, es que lo más importante es ser fiel a ti misma. Si son fieles a ustedes mismas, que no es fácil, serán libres, incluso si están en la cárcel”, dijo la empresaria, considerada un ícono feminista.