Unos 120 funcionarios, distribuidos en tres grupos de 40, se encargaban de la seguridad del reclusorio, pero tras el amotinamiento del martes último, solo unos pocos guardiacárceles –quienes supuestamente tienen alguna cercanía con los líderes del Clan Rotela– ingresan para trabajar a Tacumbú, pero estos solo pueden llegar hasta el portón 6, que es hasta el sector del Tinglado.
Desde el portón 7 para adelante todo queda a cargo del Clan Rotela, cuyos miembros manejan los portones, las cerraduras y mantienen algunos pabellones asegurados con cadenas y hombres armados, aseguró el guardiacárcel José Espínola, quien permanece apostado junto a sus compañeros en el predio del centro de salud, ubicado frente mismo al penal, en el barrio Tacumbú de Asunción.
El amotinamiento en la cárcel de Tacumbú
El amotinamiento se inició cuando el líder del Can Rotela –Armando Javier Rotela Ayala– llamó a una conferencia de prensa en la tarde del martes último para dar a conocer un video en el que aparece el que sería el policía Oliver Daniel Lezcano Galeano (22), supuestamente grabado dos días antes.
Oliver Lezcano estaba preso por el homicidio de un militar y fue declarado como fugado de Tacumbú el 27 de setiembre último.
Pero el ministro de Justicia, Ángel Ramón Barchini Cibils, informó el 2 de este mes al presidente de la República, Santiago Peña, que aparentemente el policía fue secuestrado por el Clan Rotela y que supuestamente ya fue asesinado en el interior del mismo penal.
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Los miembros de la organización criminal tomaron el penal por 24 horas y mataron a puñaladas al reo José Carlos Giménez (35), alias Checho’i, tras lo cual el director Luis Esquivel fue repuesto en su cargo; sin embargo, el control de la institución quedó a cargo de los criminales.
Cantinas, comedores, privadas y seguridad, a cargo del clan Rotela
Actualmente, todas las cantinas y comedores instalados en el penal, al igual que las privadas y la seguridad de los recién ingresados, están bajo el control del Clan Rotela. La organización criminal también impone el control en el interior del reclusorio, para ello implementa patrullas periódicas efectuadas por un grupo de 10 integrantes a los que los reos llaman “Linces”.
Cualquier interno sorprendido en falta por los “Linces” son reducidos y llevados hacia el fondo, donde le aplican un buen “correctivo” y luego lo liberan.
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Durante la última revuelta, los criminales llegaron a la armería del penal y se llevaron tres escopetas y una veintena de pistolas, con uniformes de los guardias.
Según las denuncias, ahora los integrantes del Clan Rotela usan esos uniformes y esas armas para montar guardia durante la noche desde lo alto de los muros y las torres de vigilancia que rodean el reclusorio. Los pocos guardias que trabajan tienen bajo control los pabellones de Baldosería y Admisión, donde se encuentran recluidos al menos 1.000 internos, en tanto que los otros 1.400 reos permanecen bajo el dominio del clan Rotela, cuyo líder no admite disidentes en el lugar, según los funcionarios.