¿Cómo fue esa experiencia vaticana para ser ungido como el primer cardenal paraguayo de la historia?
Los días del Consistorio han sido una experiencia extraordinaria de la catolicidad de la Iglesia, es decir, la vivencia de una Iglesia Universal. Allí se ha podido ver el rostro multicultural de la Iglesia, con cardenales provenientes de multiplicidad de naciones, pero, a la vez, una sola Iglesia, Católica, Apostólica, unida bajo el Ministerio del Sucesor de Pedro, el Papa, Obispo de Roma. A partir de mi investidura como Cardenal, se me ha asignado la parroquia de San Juan de la Puerta Latina, pasando a formar parte del clero de Roma. Es un gesto que expresa la comunión con el Obispo de Roma también en el gobierno de la Iglesia Universal cuando el Santo Padre así lo considere necesario. Dios ha querido que sea el primer obispo paraguayo investido con la dignidad cardenalicia, no por méritos propios, sino por su bondad y misericordia.
¿Qué se siente formar parte del cuadro principal de la Iglesia universal?
El Evangelio enseña que aquél que quiera ser el primero, deberá hacerse el último y servidor de todos. Los cargos de autoridad en la Iglesia suponen una mayor responsabilidad para el servicio al Pueblo de Dios.
¿Fue un milagro? ¿Usted se esperaba tanta distinción? ¿Tiene que ver su formación, sus estudios? ¿Es exclusivamente la voluntad del Papa?
Me sorprendió. No lo esperaba. Los designios de Dios son insondables. Simplemente expreso mi agradecimiento al Papa Francisco por la nominación. La creación de un Cardenal es voluntad exclusiva del Papa, que tiene en cuenta algunos criterios de idoneidad, y más que nada su particular afecto y cariño por el pueblo paraguayo. Siempre he procurado ser obediente a la Iglesia para los diversos cambios de diócesis tenidos en mis casi 25 años de episcopado, para cumplir la misión que ella me ha encomendado a través de los Papas San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco. En muchos de los casos no me ha sido fácil desarraigarme de las personas y de los trabajos pastorales que iniciábamos y que debía interrumpir para asumir nuevamente en cada caso los nuevos desafíos en otras jurisdicciones. Mi designación y posterior creación como Cardenal es una distinción del Papa Francisco para la Iglesia y para el Paraguay como nación, que él admira profundamente.
Lo vimos muy sonriente en las imágenes con el obispo de Estados Unidos al que usted siempre menciona..
Con el Cardenal O’Malley hay toda una historia de amistad de años cuando juntos trabajamos en el Centro Católico Hispano, en Washington DC. El encuentro en Roma ha sido de mucha alegría para recordar tiempos vividos y anécdotas en la época que nos tocó residir y colaborar en la comunidad latina.
¿Es el responsable de su carrera sacerdotal? ¿Puede recordar cómo fue? ¿Qué hacía antes de abrazar la vida religiosa?
- El joven fraile franciscano capuchino, Sean O’Malley era el director para la pastoral con los inmigrantes latinos, en Washington D. C. Llegué a los Estados Unidos con los anhelos de proseguir mis estudios. Allí nos conocimos en ámbitos de parroquias y trabajos pastorales con los jóvenes de mi edad. En las comunidades juveniles de migrantes hemos buscado de alimentar la opción por Jesucristo el Señor, quien, estábamos seguros caminaba a nuestro lado, para fortalecernos en la fe, la esperanza y la caridad. En la migración es siempre esencial insertarse en comunidades de hermanos para el apoyo mutuo y tener nortes de referencias orientadoras. El desarraigo de los migrantes requiere de mucha contención y en muchos casos encuentran refugio en la misma parroquia que los acoge. Luego viajé a Italia para los estudios eclesiásticos. Mientras tanto, a Sean lo nombraron obispo. Me invitó a trabajar en la Diócesis de Saint Thomas de las Islas Vírgenes de los Estados Unidos en el Caribe y me incardinó sacerdote en esa jurisdicción eclesiástica. El vino hasta el Paraguay y recibí el orden sagrado del sacerdocio por imposición de sus manos en la parroquia la Piedad de Asunción, un 24 de agosto de 1985. Posteriormente, estuvo en los momentos importantes de mi itinerario sacerdotal y episcopal, lo que motivó que viniera varias veces al Paraguay para acompañarme, entre otros momentos, en mi consagración episcopal y en mi toma de posesión en la Diócesis de San Pedro. Además de ser un gran amigo, el Cardenal O’Malley ha sido y sigue siendo un ejemplo de servidor el evangelio y muy querido por los migrantes.
¿Qué le dijo? ¿De qué hablaron? ¿Qué recordaron? ¿El creyó que usted podía llegar tan lejos?
El Cardenal estaba contento con mi nombramiento. Posiblemente nos reencontraremos este año para cuando asuma mi parroquia en Roma en San Juan de Puerta Latina. Y para cuando posiblemente venga al Paraguay en marzo 2023 para un curso que estamos organizando con la Comisión de Protección de Menores de la CEP y el CEPROME de México. Seguiremos en contacto seguramente también en reuniones en el Colegio de Cardenales.
¿Qué le dijo el Papa? ¿Ya se conocían?
Con el Papa Francisco nos conocimos mas cercanamente cuando llegó al Paraguay en su visita apostólica en el 2015. Brevemente hemos intercambiado palabras en la nunciatura y en el Papamóvil en la misa en Ñu Guasu. Siempre se mostró muy paternal y nos exhortaba a trabajar siempre en unidad en el colegio de obispos en Paraguay.
¿Usted sigue siendo el titular de la Arquidiócesis de Asunción? ¿En qué cambia ser cardenal?
En efecto, sigo siendo el Arzobispo Metropolitano de Asunción. Mi creación como Cardenal se constituye en una mayor responsabilidad para acompañar y apoyar las necesidades de la Iglesia en el Paraguay y trabajar de cerca con mis hermanos obispos para fortalecer la evangelización y la promoción humana de nuestro pueblo. Ser Cardenal también implica estar atento y colaborar en la comunión de esfuerzos y de voluntades para el logro del bien común para nuestra sociedad.
A su vuelta, lo primero que hizo fue celebrar una misa en el Bañado. ¿Cuál fue el mensaje?
La opción preferencial por los pobres no implica romantizar la pobreza; por el contrario, significa una opción fundamental por la dignidad de la persona humana y poner todo el empeño para su promoción humana integral. No podemos dar la espalda al clamor de los pobres, de los desvalidos, de los pequeños, de los más vulnerables de la sociedad. Todos tenemos derecho a una vida digna, plena y feliz. Nuestra presencia en el Bañado Tacumbú para celebrar con ellos la mayor oración de Acción de Gracias que es la Eucaristía, fue hacer presente en medio de ellos el rostro misericordioso del Padre, y manifestarles nuestra cercanía, nuestro acompañamiento y que los estimamos. Ir a los bañados, donde viven, sufren, sueñan muchos hermanos que están privados de todo, es cumplir con el mandato del Dios que nos ha enviado a anunciarles que el Reino de Dios está cerca, que habrá libertad para los oprimidos y un año de gracia del Señor (Lc 4, 18-19). En los bañados también se aprende grandemente el tesoro de la fe que los bañadenses testimonian en medio de sus grandes indigencias y aflicciones.
Usted dijo en su homilía que no se atiende a la pobreza. ¿Se esconde la pobreza? ¿Qué sabe del estado de nuestra pobreza? ¿La pandemia aceleró la cantidad de pobres? ¿Dónde hay que mirar para ver a los pobres de verdad?
Tal como escuchamos en el saludo inicial del padre Velasco, el origen del Bañado Tacumbú es la migración del campo a la ciudad por falta de oportunidades. Esto mismo vale para entender el crecimiento de los cinturones de pobreza en el área metropolitana de Asunción y en la mayoría de las ciudades de nuestro país actualmente. Muchas veces, los pobres son invisibilizados y no se escuchan sus reclamos. Con nuestra presencia en medio de ellos, queremos amplificar su voz y poner en la agenda de las políticas públicas sus necesidades. Los bañados son solo una parte de los sectores empobrecidos de nuestra patria que claman por una sociedad más justa, más fraterna, más solidaria. Esto implica trabajar por el bien común para erradicar las causas estructurales de la pobreza. Hemos llamado la atención sobre el hecho de que las ayudas puntuales y la asistencia urgente a sus necesidades debe ser solo una cuestión pasajera. Necesitamos políticas públicas que favorezcan el desarrollo humano integral, con el acceso a una educación de calidad, salud pública de calidad, empleo y vivienda digna, infraestructura, entre otras.
¿Ellos acuden más a la Iglesia que al Estado? ¿No encuentran amparo en el Estado?
La sociedad más justa y equitativa, las políticas públicas para el desarrollo humano integral, son una función indelegable del Estado. El rol de la Iglesia será siempre subsidiario y de cooperación con los organismos públicos para la promoción humana. La Iglesia atiende las necesidades de los pobres a través de la Pastoral Social de las Diócesis, pero nunca podrá sustituir a la responsabilidad inherente al Estado. La misión de la Iglesia es colaborar activamente en la construcción del bien común; animar y acompañar a los actores sociales y políticos, en especial a los católicos que ocupan cargos de responsabilidad en la función pública, así como a los líderes de la sociedad civil para que, mediante el diálogo social, se atiendan y se corrijan las causas estructurales de la pobreza.
¿Qué recomienda hacer para reducir las desigualdades?
- La Iglesia ofrece criterios y orientaciones contenidos en su Doctrina Social y que se basa en cuatro principios: la dignidad humana, el bien común, la subsidiariedad y la solidaridad. Estos principios tienen un carácter general y fundamental, ya que se refieren a la realidad de lo social en su conjunto, desde las relaciones interpersonales, hasta aquellas mediadas por la política, por la economía y por el derecho... Estos principios tienen un significado profundamente moral porque remiten a los fundamentos últimos y ordenadores de la vida social (cfr. CDSI, 160-163). Teniendo en cuenta estos principios, los actores sociales y políticos podrán discernir y tener una guía para las decisiones que afectan la vida de la sociedad. Estamos en el año del laicado. Es responsabilidad de los bautizados guiarse por estos principios en su acción social y política. Si los bautizados actúan a la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia, su conducta, sus decisiones y su acción social ayudarán a reducir las desigualdades y favorecerán el logro del bien común.
En su mensaje en el Bañado usted pidió que “duela la vida de los pobres”. ¿Qué quiso decir?
El mensaje está dirigido a todos, pero en especial a los tomadores de decisiones políticas y económicas. En primer lugar, es un mandato evangélico. Se trata de reconocer al Señor en el rostro sufriente de los que pasan hambre, están desocupados, están enfermos y no reciben la atención que necesitan y se merecen, en los adictos a las drogas, en los carenciados, vulnerables y descartados de la sociedad. Esto exige una empatía con el pobre. Solo desde la cercanía con la vida, las necesidades, las angustias y los sueños de los pobres, de los que sufren, los tomadores de decisión podrán impulsar los cambios estructurales y las políticas públicas que se requieren para el desarrollo humano integral de los sectores empobrecidos.
¿En su nueva misión cuáles son sus objetivos en esta materia?
Mi lema episcopal, “Que todos sean uno” siempre ha guiado mi acción pastoral. Ha sido mi norte como obispo en todas las diócesis cuyo pastoreo me ha sido encomendado por la Iglesia a lo largo de estos años de sacerdocio y luego consagración episcopal. Este lema, “Que todos sean uno” seguirá siendo el programa de mi servicio pastoral a la Iglesia y al país. La etimología de la palabra Cardenal nos habla de ser una “bisagra”, es decir un punto de apoyo que puede servir para que otras cosas giren, se sostengan. Por consiguiente, para las necesidades de la Iglesia y de la nación, ser cardenal puede contribuir para la unidad, para la comunión. La investidura de Cardenal nos desafía a poner todo nuestro empeño para constituirnos en un punto de apoyo, en un puente, en un factor para el encuentro, el diálogo y el entendimiento entre los paraguayos.
Se vienen las elecciones y los políticos usan a los marginados para capturar su voto. ¿Hay forma de orientarlos para identificar a los políticos honestos de los inescrupulosos?
Exhorto a la ciudadanía que siga con atención no solo el discurso o la propuesta de los que se presentan para acceder a los cargos electivos, sino sobre todo que se fijen en sus acciones, en sus antecedentes en su vida pública y privada, en las posibles fuentes de financiación de su campaña electoral, en los grupos que integran, en las personas de las que se rodean. En definitiva, que se fijen en su conducta, en la coherencia entre lo que dice y lo que hace.
El voto es el poder ciudadano, como mandante, para aprobar o reprobar a los mandatarios, los que ocupan cargos electivos, evaluando su conducta en función del servicio al bien común de la nación. Hay vicios en los procesos electorales que están muy arraigados y cuya erradicación implica formar la conciencia de los candidatos y de los electores; en definitiva, significa trabajar de manera sostenida en un cambio cultural, que necesitamos impulsar desde ahora, pero cuyos resultados se verán en el mediano y largo plazo.