La acusación presentada por el fiscal Giovanni Grisetti revela que el ahora condenado por abuso sexual en niños, Vidal Morel Aranda, se aprovechó de la confianza que le tenían las familias de las víctimas y entre los años 2009 y 2013 manoseó en sus partes íntimas a cuatro niñas con edades de entre 5 y 9 años.
La fiscala Fátima Girala solicitó una condena de 22 años de pena privativa de libertad para el acusado, pero el Tribunal de Sentencia presidido por Jesús Riera e integrado por Fabián Weinsensee y Juan Pablo Mendoza concluyó que la pena acorde a la legislación vigente en la época en que ocurrieron los hechos denunciados era de 8 años y 8 meses.
La representante del Ministerio Público explicó que la investigación se inició años después de ocurrido el hecho, porque las víctimas habían hecho una suerte de pacto de silencio que decidieron romper tras conocerse la denuncia de violación realizada por la actriz argentina Thelma Fardin, de la serie “Patito Feo”, caso con el cual se sintieron identificadas.
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Después de que se conociera la sentencia, ABC contactó con la madre de dos hermanas víctimas de Morel Aranda. La denunciante reveló que ambas sufrieron manoseos y una de ellas fue violada. La madre relató a nuestro diario que en el año 2004 se mudó con su familia a un barrio capitalino, donde conoció al ahora condenado, vecino del lugar.
“Lobo en piel de cordero”
Como ambos adultos frecuentaban la misma parroquia ubicada en el barrio Republicano, no tardó en formarse una amistad, que se profundizó con el paso de los años, hasta el punto en que Morel se convirtió en padrino de una de las hijas de la denunciante.
“Él siempre saludaba, era muy amable, siempre quería ayudar en todo. Yo siempre le veía en la Iglesia. Vos le mirás y parecía una excelente persona”, recordó.
El acusado no tenía trabajo fijo, se mantenía con tareas ocasionales y dinero enviado por su esposa que trabajaba en España, lo cual le permitía tener tiempo libre de sobra. Para la familia denunciante la situación era totalmente contraria, pues los compromisos económicos obligaban a trabajar cada vez más, así que el ofrecimiento de Morel de que dejara a las niñas en su casa de vez en cuando para que no se quedaran solas en su casa, parecía la ayuda perfecta.
“Yo siempre trabajé duro para que no le falte nada a mis hijos. Fui empleada doméstica por muchos años, hacía de todo para que ellos puedan estudiar. Yo hasta ahora no puedo creer lo que nos hizo este señor. Yo le dejaba a mis hijas, con toda la confianza del mundo, siempre pensando en trabajar lo más que podía para que puedan salir adelante”, contó entre lágrimas.
Para las nenas, Morel Aranda se presentaba como el “tío juguetón”, que las animaba con juegos como “la oscuridad” y el “juego del cinto”. La denunciante recordó que para las navidades organizaba pesebres vivientes y con la excusa de los ensayos, reunía en su casa a las niñas que frecuentaban la Iglesia.
“Pero sólo a las niñas, a los niños no los llamaba”, recordó. Solo después de enterarse de lo que hacía el hombre se percató de la razón de su llamativo accionar.
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Los “juegos” del abuso
Los testimonios de las víctimas permitieron identificar tres “juegos” utilizados por Morel Aranda para sus bajos propósitos: “La oscuridad”, “El cinto” y “Red”. En otras ocasiones, siempre de acuerdo al relato de las víctimas, las niñas eran invitadas a ver películas. Entonces, aprovechaba para acostarlas en su cama junto a él, luego de apagar las luces.
Los relatos de las víctimas ante el psicólogo del Ministerio Público y que han sido ratificados en juicio por las afectadas:
“El señor tiene hijos y nosotros, todos nuestros amigos nos íbamos a jugar en su casa y siempre jugamos un juego ¿no sé si llegaste a ver una película que se llama Red o algo así? Se trata de zombies y lo que si jugábamos ese, jugábamos en un cuarto oscuro y así tipo nos agarraba y ahí esa fue la primera vez que me llegó a tocar, me tocaba así. Después jugábamos un juego que se llama “cinto”, que era que teníamos que correr y nos escondíamos y si nos encontraba guau, nos pegaba pero no nos pegaba y él así también aprovechaba la oportunidad y nos tocaba, o sea, a mí. Y no fue la primera vez, muchas veces hizo”, relató una de las víctimas.
“El señor me alzaba, me tocaba, me besaba. Yo iba constantemente porque yo pensé que eso era un cariño no más, yo no entendía. Yo no sabía si a mi hermana le hacía, mi hermana me contó cuando teníamos 11 años, prácticamente un año estuvo así, tenía 9 años”, contó otra de las niñas afectadas.
“Siempre nos íbamos a jugar porque supuestamente son mucho de la Iglesia y el Señor. Íbamos a la Iglesia, merendábamos en su casa, jugábamos un juego que nos perseguía con un cinto pero no nos pegaba, nos perseguía no más para encontrarnos tipo las escondidas y ahí aprovechaba y me tocaba, me besaba y yo no entendía y cuando pasaba eso, me iba yo a mi casa, pero nunca le contaba a nadie porque nunca tuve esa confianza con mi mamá”, indicó.
“Era un cuarto oscuro, corríamos, nunca nos pegó, ahí me alzaba, me tocaba y sentir así no más, no hubo (silencio prolongado), pero sí nos hacía sentir su miembro, cuando yo tenía 9 años. Sí me afectó hasta los 15 años, Yo no entendía y a los 15 años, en el colegio nos enseñaban todo eso, hablábamos de la violación y ahí iba comprendiendo y todos los días lloraba, me sentía mal, sucia, me sentía rara por no poder contarle a mi mamá y me encerraba mucho. Le tenía miedo a todos, no le tenía confianza a nadie”, agregó.
Víctimas de abuso hicieron pacto de silencio
Respecto al silencio durante tantos años, una de las víctimas explicó que temía la reacción de su madre al enterarse de lo sucedido y por temor a que ocurriera “una desgracia” y fuera a la cárcel, decidió callar.
“(...) Siempre trataba de contarle algo a ella, como tirarle una indirecta (...) le dije: “Mamá, ¿qué pasa si vos te enterás que me pasó algo a mí? Y me preguntó ¿como qué? Y le dije: “¡Como que se me tocó!” Y me miró bien y me dijo: “Soy capaz de matarle”. Entonces yo dije que no le iba a contar nunca a ella porque al final, ella iba a hacer eso y se iba a ir presa y no me iba a servir eso. Entonces, decidí nunca contarle”, reveló una de las niñas, al explicar la razón del pacto de silencio que hizo con su hermana respecto a los abusos sufridos.
La madre relató que si bien notaba que “algo raro” le pasaba a su hija, no logró identificar el motivo. Si bien buscó ayuda psicológica, ninguno los profesionales consultados pudo determinar la razón de su comportamiento.
Consultada acerca qué llamaba “comportamiento raro”, explicó que la niña era muy cerrada, se veía deprimida y en dos ocasiones intentó suicidarse. En la primera intentó colgarse de una sábana que había atado al ventilador de techo, pero fue impedida por una prima que casualmente llegó a la casa en ese momento.
En otra ocasión, consumió la totalidad de los medicamentos que encontró en la habitación de su madre.
“Yo siempre le llevé al psicólogo pero nadie me supo decir qué le pasaba”, explicó la madre, llorando, tras comentar que su hija menor también presentaba signos de depresión a los que no encontraba explicación.
Denuncia, tras conocer el caso “Patito feo”
“No nos contábamos nada pero después, hace como tres años atrás, estábamos hablando nosotras tres, y bueno, había salido un caso como uno o dos años, de que la protagonista de Patito Feo fue violada también y nosotras estábamos hablando del abuso, del porqué se tuvo que callar tantos años y de todas esas cosas y ahí nosotras nos abrimos y dijimos que él nos tocó a nosotras y fue: ¡chao! ¿A vos también te tocó? ¿A vos también? ¿a vos también? y nosotras reasqueadas nos quedamos al momento de saber que a las tres y seguro era todo al mismo tiempo y ni cuenta nos dábamos. La verdad es que nosotros dijimos que nunca íbamos a decir, que nos íbamos a callar no más y cuando seamos más grandes tal vez nosotras podíamos hacer algo sin nuestros padres”, explicó la ahora adolescente.
Tras dar a conocer la condena, el Tribunal de Sentencia decretó la prisión preventiva de Vidal Morel Aranda, quien ya se encuentra recluido en la Penitenciaría Regional de Pedro Juan Caballero.