Por no quedarme en casa, las consecuencias fueron irreparables

La cuarentena me aburría y, como soy joven, quería disfrutar de la vida. No me quedé en casa, fui a fiestas y viajé al interior; lastimosamente, cada acción trae una consecuencia, y lo que ocurrió no fue nada agradable para mi familia.

"La cuarentena me aburría y, como soy joven, quería disfrutar de la vida. No me quedé en casa, fui a fiestas y viajé al interior".ABC Color
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Estaba aburrido en casa, no sabía qué más hacer, esto de la cuarentena me cansaba. Extrañaba salir con mis amigos, las fiestas y los conciertos, no me sentía cómodo viendo Netflix todo el día.

No le encontraba el sentido a quedarme en casa y hacer la cuarentena, ya que “el virus no puede matar a los jóvenes”, entonces busqué la manera de salir. Mis amigos pensaban igual que yo, nos parecía ilógico estar encerrados.

Con mis vecinos, ya hartos, agarramos una pelota y fuimos a jugar fútbol al mediodía. No había nadie en la calle y, cada vez que escuchábamos que se acercaba un lince, nos escondíamos; fue uno de los mejores partidos que disputé.

Llegaba el viernes y extrañaba las fiestas; un amigo me invitó a su casa, iba a festejar su cumpleaños. Sin pensarlo dos veces, asistí al evento, hice caso omiso a la cuarentena y fui a la farra; allí estaban mis excompañeros de colegio, inclusive la persona que me gusta.

Al llegar, lo primero que hice fue estar con mis amigos. Conocí a un grupo de chicos increíbles con quienes bailé, canté y tomé. Estuve gran parte de la noche con la persona que me gusta, no podía ser más feliz.

Comenzaba la Semana Santa, la tradición de la familia era pasar el feriado en el interior del país. Nunca me gustó viajar en esta época, pero como no había nada que hacer, convencí a mamá de ir a lo de mi abuelo, en Coronel Oviedo.

Cuando llegamos, mis familiares se sorprendieron gratamente, compartimos y jugamos fútbol con mis primos. Mientras tanto, mi mamá y sus hermanas hicieron chipa en el tatakua. El Domingo de Pascua volvimos a nuestro hogar y al supuesto encierro.

Yo salía a todas partes, iba a jugar fútbol, tomar tereré con mis amigos, y la cuarentena se volvió una de las mejores vacaciones de toda mi vida. Transcurriendo los días, mi tía de Coronel Oviedo llamó y me contó que el abuelo se empezó a sentir mal.

La situación me parecía rara, pero no me preocupé tanto por mi abuelo porque mamá también estaba mal, ya que tenía problemas respiratorios. Pensé que era una pesadilla, me daba golpes a cada rato para ver si despertaba, pero no, todo era realidad. Los médicos llegaron a casa para hacerle la prueba del coronavirus a mamá y se confirmó que lo padecía. Mis tías y el abuelo también recibieron la misma noticia; luego, se confirmó que yo portaba el Covid-19 de forma asintomática.

Las personas con quienes bailé eran estudiantes que vinieron de España y no respetaron la cuarentena, saliendo a farrear. Mamá empeoró y tuvo que ser internada; lastimosamente mi abuelo perdió la batalla. Desearía remediarlo, pero ya es tarde y todo esto ocurrió a causa de que no me quedé en casa.

Historia de ficción por Lucas Ovelar (18 años)

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